20 de junio de 2013
“Por vosotros empieza este relato. Hasta el mes de diciembre del año 2014”
46 entradas y ya empiezo a citarme a mi misma. O he de revisar seriamente
mi nivel de flipe, o, y esto es algo que me congratula en estas fechas de
revisión de viejos objetivos y fijación de nuevos, lo he conseguido.
He terminado mi estancia en Alemania, y he llegado hasta el final de mi
pequeño cuaderno de bitácora. He escrito. He puesto al dia a mi seres queridos
de mis aventuras y desventuras por tierras germanas, y también a más de un
desconocido (un dia de estos alguien tendrá que explicarme el porqué de tanta
visita desde Rusia)
Y se acabó. Ya está. 18 meses. Un año y medio de mi vida. ¿ Y lo que me
llevo? No sabría ni por donde empezar. Quizá por resumir lo que ha sido
Düsseldorf.
Düsseldorf. ¿ Qué puñetas es Düsseldorf?
Düsseldorf es una ciudad alemana localizada muy muy al norte. Concretamente
en Renania del Norte-Westfalia. Y no, un año y medio después aún no comprendo
el porqué de tantos nombres para una misma zona. Se trata de una ciudad
mediana, de unos 600.000 habitantes, algo asi como Málaga pero sin el sol, el
pescaito y la gracia/mala uva andaluza. En Düsseldorf hay un gran nivel de
vida, y se siente, teóricamente, una enorme pasión por la moda y la modernidad,
algo que no observaréis en los outfits diarios de los autóctonos aunque si en los
flamantes automóviles que dejan tranquilamente durmiendo en cualquier calle
oscura cada noche, asi como en los impresionantes edificios diseñados por célebres
arquitectos en Medien Hafen.
En Düsseldorf hay varios puntos clave que se deben conocer para sobrevivir,
a saber:
- La Altbier es la mejor cerveza del universo, y punto. Lo que se deriva de estar elaborada en esta hermosa y única ciudad, que ya Napoleón llamaba “Pequeño Paris” (Una lástima que sólo quede de aquello la anécdota y el exacerbado orgullo de sus habitantes, tras la siempre recordada II Guerra Mundial). De hecho se diría, a juzgar por la emoción del düsseldorfer medio al hablar de esta cerveza, que fue traida desde los cielos para hacer que los alemanes pudieran beber felices y comer perdices. Y sobre todo para evitarles probar ese brebaje del demonio hecho en Colonia, la Kölsh, puesto que a pesar de que dicha rubia no tiene absolutamente nada que ver con la morena de la que hablamos,(y estar las dos, sinceramente bien ricas) ambas mantienen una lucha abierta y constante. Versión oficial: Altbier: cielo. Kölsh: infierno. Y ya en casa que cada uno beba lo que le dé la gana. A mi me da a menudo por el Pinot Grigio. Sobre todo no pidáis agua en los restaurantes, si no queréis caer en quiebra. Un vasito de leche por ejemplo, si. Más barata. Panda de listos.
- En Düsseldorf hay bombas. Muchas bombas. (Concretamente he tenido conocimiento de 5 a lo largo de mi estancia aqui) Proceden de la, de nuevo, siempre presente II Guerra Mundial, y aparecen en cualquier momento, en cualquier lugar. Por ejemplo, una mañana cualquiera en las inmediaciones de tu oficina, por lo que 950 empleados se ven de repente privados de su amada jornada laboral para irse a tomar el fresco hasta el dia siguiente. O bien cuando decides pasar un fin de semana en Luxemburgo, por lo que te ves obligado sin comerlo ni beberlo a desviarte por completo del trayecto y tomar no 1 sino 3 trenes distintos. O, por citar el último ejemplo, el día que te diriges al aeropuerto por asuntos laborales de máxima importancia, por lo que primero pagas una millonada al taxista, segundo no llegas al aeropuerto sino que te encuentras tirado en medio de la nada con un grupo de almas en pena en tu misma situación porque no se permiten ni entradas ni salidas a las instalaciones aeroportuarias, y tercero pierdes el avión porque, sorprendentemente la bomba no impide que salgan los aviones. Encájalo con arte y haz amigos. Es mi última palabra al respecto.
- En Düsseldorf absolutamente todo está comunicado por trenes de diferente estilo y condición: Habemus tranvias, S bahn (trenes locales o regionales, quién sabe, pero los usarás), y U bahn (el metro). El ICE lo dejo fuera de esta categoría al tratarse de alta velocidad y regirse por otras normas humanas y divinas. Y diría que en el 80% de los casos no, y repito NO son puntuales. Prestad atención porque esta es una lección importante: La puntualidad de los trenes alemanes es un MITO. Y no esperéis anuncios que os indiquen las nuevas circunstancias por los altavoces en inglés.
- En Düsseldorf, por cierto, ni se habla tanto inglés como los españoles imaginamos, ni tan poco como los alemanes creen. Dejémoslo en tablas. Yo sobreviví durante meses sin conocer más de 2 palabras en alemán (también es cierto que en mi empresa me he dedicado casi exclusivamente al ámbito internacional). Pero intenta saber qué estás comprando en el super, o el significado del enésimo mensaje por altavoz del tren, y sabrás de lo que hablo: Aprende alemán.
- En Düsseldorf sólo hay una manera de integrarte con los autóctonos: germanizarte. Hasta donde llega mi experiencia nadie va a venir a buscarte para ser tu amigo, y muy pocos harán el esfuerzo de hablar contigo en inglés más allá de lo que estrictamente requiere el protocolo. Un par de ejemplos: Alguna vez he comentado que aqui está la comunidad japonesa más grande de Europa (Dios sabe por qué). Bien, estos japoneses viven en su barrio, trabajan en sus empresas y comen en sus restaurantes. Y amigos, cuando estos seres humanos no son japoneses, son alemanes. Y punto. A lo que voy: No le pidáis a un alemán que se adapte. No puede. Por muy buena intención que tenga. No será capaz. Te acabarás germanizando tú. Und danke.
- A los alemanes les encanta España... Para un rato. He descubierto la existencia de dos tipos: Los que jamás salen de su tierra, y los aventureros. A los aventureros rara vez los verás en Europa: irán cuanto más lejos mejor en sus vacaciones de 3 o 4 semanas anuales. Explorarán tanto mundo como puedan para acumular recuerdos de lugares lejanos y exóticos. Y cuando no tengan muchos dias libres, irán a España. Mallorca desde luego, viva el cliché cuando es cierto. Pero algo común a todos ellos es que España les gusta. La comida, el estilo desenfadado, y un poco más relajado a lo que están acostumbrados. Pero a la hora de la verdad, lo máximo a lo que llegarán será a pedir una sangría y a comerse, cada uno en su plato, su tapa. Una tapa que si está elaborada en un restaurante “español” localizado en Düsseldorf se parecerá más... a un plato combinado. Será la gran aventura de la semana. Y después, wurst. No le des más vueltas.
- En Düsseldorf, al menos esta ha sido mi experiencia, son extraordinariamente educados, y todo el mundo está abierto a echarte una mano en un momento dado. Hay muy buena intención en el ambiente. Respetan las reglas y les gusta el orden. Las cosas como hay que hacerlas. O como ellos piensan. Son claros y directos, y eso es algo muy sano. Son fantásticos en organización aunque no tanto en ejecución. Tendrán sólo un plan. El plan A. Y será perfecto. Pero ay del mundo si no funciona, porque la crisis vendrá con proporciones bíblicas.Y sobre todo, no los hagas enfadar. Lo de los ruidos más tarde de las 22h por ejemplo, no sienta bien. Encontrarás notas en tu puerta. Kilométricas. Que por supuesto estarán en alemán. Y sin remitente. Apáñatelas.
- En Düsseldorf hay mucha, mucha fiesta. Fiesta alemana, es cierto, pero amigos, qué fiesta. Cada año en primavera empiezan a llegar oleadas de despedidas de soltero en busca de las delicias düsseldorfers. Hay calles llenas de bares, donde, os recomiendo llevar lo menos posible (2 móviles desaparecidos, os recuerdo). Hay afterworks multitudinarios más similares a los desaparecidos botellones de la Plaza de la Merced. Hay enormes discotecas en naves industriales. Hay cerveza, vino Riesling y cócteles donde y cuando quieras. Y de hecho gente bebiendo a las 7 de la mañana... En trenes. Pero no pidas copas españolas. Y menos de balón. Para eso, a Madrid. Y hablando de beber, ojo a la transformación tipo Jekyll/Mr Hyde de los alemanes al tomarse UNA cerveza. No hay palabras.
- A Düsseldorf hay que venir en 2 épocas: navidad y carnaval. Y os diré por qué. Hace un frío que pela, si. Pero a nadie le sorprende porque es lo que se espera. Y además, en navidad tenemos los mágicos mercadillos navideños, con su glühwein, y su ponche de huevo, y sus wurst a diestro y siniestro, y su käse fondue. Y en carnaval... En fin. Es carnaval (En serio, cita anual obligatoria). Lo más importante es que evitéis la primavera y el verano. Cuando todo ser razonable espera sol. Y el sol... brilla por su ausencia.
- En Düsseldorf, no sé si en general, pero desde luego en cierta empresa del ámbito de los seguros, con sus 1000 defectos y sus 1000 contradicciones, se trabaja muy bien. Sueldos buenos, horarios mejores. Un ambiente laboral en lo que a mi respecta, sano, y basado en el principio de la meritocracia. Y un lugar en el que se ofrecen oportunidades.
Asi que, amigos, no hay país perfecto y por lo tanto tampoco ciudad. A mi
me ha dado tiempo a sacarle mucho jugo y también mucha punta a Düsseldorf. Y
para ser sincera ahora deseo regresar. Pero Alemania es un gran país. Y
Düsseldorf es una muy buena ciudad para vivir, y para, si se dan las
circunstancias, y tienes ganas y suerte, establecerte a largo plazo, formar una
familia y vivir feliz.
Para mi este periodo es y siempre fue una experiencia, algo por lo que
pasar y algo que recordar. Pero algo con fecha de caducidad desde el principio.
Venir sin duda ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
Ha significado una gran prueba en lo personal y también en lo profesional. Y
un riesgo. Sólo puedo decir que ha merecido la pena, y que mi mensaje a cualquiera que se plantee emigrar es: Valor y adelante.
Un año y medio después de marchar, puedo decir que he crecido, que he madurado y que
he desarrollado facetas de mi que ni siquiera sabía que existían. Me he
descubierto a mi misma. Y he comprendido muchas cosas que me dijeron personas
que pasaron por algo parecido hace tiempo y cuya opinión pedí antes de
embarcarme en esta aventura.
He comprendido el “Pasarás mucho tiempo sola, yo
lo hice, y a lo tonto me descubrí a mi misma” (gracias P).
Y el “Después de haber pasado
por todo lo que hemos pasado los dos, creo que somos capaces de conseguir
cualquier cosa que nos propongamos. Y si digo que un dia volveré a vivir en una
casa frente al mar, lo haré”. (Gracias C)
Y el “Vas a vivirlo todo tan intensamente como
hacía tiempo que no sentías. Dejarás una parte de tu corazón allí. Te dará una
pena horrible volver. Y cada parte de tu vida anterior que antes veías normal,
ahora te parecerá extrana”. (Gracias L)
Ahora lo entiendo todo.
Me he descubierto a mi misma también. He comprendido muchas cosas de mi.
Que nunca seré la
chica perfecta que se acuerda de los cumpleaños sin tenerlos apuntados, o que
llega a tiempo a cada cita, o que envia
tarjetas de christmas cada año a principios de diciembre, o que lleva siempre clinex en el bolso.
Nunca seré matrícula de honor en cada asignatura, ni la más políticamente
correcta, ni la más tranquila, ni la que no se mete en follones. No. Pero estoy segura de poder sobrevivir a casi cualquier cosa. De poder enfrentarme a casi cualquier Reto. De ser capaz de conseguir todo cuanto quiera, y de romper tantos moldes como se me ponga entre ceja y ceja. De ser bastante más dura de lo podría haberme imaginado.
Y quizá
a base de parloteo sentimental, acabe siendo la más empática de las directivas,
por qué no. Quizá pueda ser, algún día, la que en vez de mirarse el ombligo, tienda puentes entre
opuestos, y la que escribe en sus ratos libres relatos que lleguen a más de un corazón. Quizá,
también consiga estar en una posición de management, porque tengo narices para
eso, pero al mismo tiempo me gusta escuchar a las personas. Quizá sea la que
toma iniciativas arriesgadas pero que consigue que el grupo se mueva. Quizá
todo eso me convierta en alguien capaz de mantener un equilibrio sano
entre lo profesional y lo personal. Entre mi familia y mi trabajo.
Quizá de este modo llegue a ser mucho más
feliz que intentar, durante la década que tengo en frente de mis narices, ser
alguien que nunca he sido y que nunca seré.
Quizá he aprendido a pasar de los tiburones, porque ni me van ni me vienen.
Y porque he descubierto que hay mundo más allá de la porquería que te enseñan a
base de palos en los primeros años de vida laboral.
Quizá he conseguido, no sólo sobre el papel, sino también por dentro, pasar
a la siguiente fase. Quizá Alemania ha sido y siempre será, mi trampolín.
Todo esto acompañado, claro, de visitas a 8 paises en 18 meses, un número
simplemente incontable de puntos de iberia, y más aún de horas de avión, un
choque cultural que empezó el primer día y que a dia de hoy, a una semana de
partir, sigue presente, una relación tormentosa con mi despreciable casero, 2
departamentos, varias entrevistas internacionales de trabajo, 1 plan de futuro
más que alagüeño, una familia que me espera, unos amigos a los que diré “hasta
la próxima”, otros tantos cuya cercania ahora me toca recuperar, un perrito que
cada dia es más pequeño, una nueva ciudad por descubrir, a orillas de mi querido Mar Mediterráneo, y una relación de pareja que, ojo, hemos mantenido, él
y yo. (Aunque sobre todo yo, porque él es muy quejica)
Así que, a horas de la última escapada de esta aventura, ha llegado el momento de dejar descansar a la pluma, y al teclado,
al menos unas semanas.
Porque con el 2015 llegará un nuevo proyecto bloggero. Más amplio, más
libre, y aún más, si cabe, mío.
Allí os espero.
Porque, todo esto, por vosotros ha sido, y ha sido un placer haberlo vivido.
Esto fue, para mi, Düsseldorf.
Nos vemos en el Pico de oro.
Lara