lunes, 16 de diciembre de 2013

Por lo venidero

Pues parece que me ha dado por brindar.
 
Aunque, ¿A quién no, verdad?
 
Copa que pillamos, copa con la que brindamos. Arriba, abajo, al centro y "pa" dentro. Mirando a los ojos, apoyando y arrastrando. A prueba de graciosos. A voz en grito "¡¿Por qué brindamos?!" Por enésima vez.
 
Se trata un poco de eso en estas fechas.
 
De desear. De ansiar. De soñar. De esperar.
 
Y como la imaginación no conoce límites, en esta sorprendentemente luminosa tarde de diciembre, he pensado en reflexionar sobre lo que ha sido y será. Sobre lo que vendrá.
 
Lo venidero, o, al menos, lo que mis anhelos me llevan a imaginar como tal.
 
Brindemos por ello.
 
Por Düsseldorf. Porque esta pequeña ciudad a orillas del Rin, ha cambiado mi vida. Mis planes, mis perspectivas y a mí misma. Porque me ha hecho salir del limbo a 1000 por hora. Me ha catapultado a las alturas y me ha recordado algo que parecía haber olvidado. Algo que, se diría, tiene mucho que ver con tener agallas. Orgullo. Ambición. Me ha hecho creer. Me ha hecho crecer. Como hacía tiempo que no crecía. Ha serenado mi espíritu y me ha abierto los ojos en mil cuestiones que hasta que vine parecían suspendidas en el aire sin intención de poner los pies en la tierra.
 
Por que, sobre esta ciudad, nieve. Nieve como aquella mañana. Y cuaje. Y pueda enseñar a quien yo me sé, bajo los copos, los preciosos mercadillos navideños, y bebamos, helados, glühwein con ron o amaretto, o eispunsch con una montañita de nata encima, sin atender a la más que certera probabilidad de terminar con un dolor de cabeza de los que hacen historia. Y degustemos una raclettebaguette y una käsefondue frente a una pista de patinaje sobre hielo, rodeados de luces y casetas que parezcan sacadas de Hansel y Gretel.
 
Por seguir aprendiendo a mirar bajo la superficie. Por que esta ciudad, de nuevo, no deje de sorprenderme, con su fuente inagotable de posibilidades a pesar de su tamaño. Por que los planes sigan viniendo a mí casi sin darme cuenta, y siempre haya un nuevo restaurante que catar, un nuevo lugar que visitar o un nuevo rincón que descubrir. Por que webs como Amazing Düsseldorf nunca lleguen a cansarme. Por que la maravillosa librería Stern-Verlag Buchhaus siga siendo mágica y, quién sabe, quizá por que algún día pueda pasar de la sección de idiomas. Por que NRWForum no sea el único museo que me proponga visitar, aunque la experiencia en ese templo de la modernidad haya sido fascinante y aterradora por partes iguales. Por que el hecho de haber tenido el privilegio de ver la obra del irremplazable Helmut Newton al natural, las inquietantes fotografías de Guy Bourdin, y haber descubierto las bellísimas estampas del salvaje oeste de Richard Prince, suplan el alucine que provocan algunas obras- dicen- de arte.
 
Por esta empresa en la que he tenido la suerte de caer, donde las personas importan, los miércoles son días de gofres y en navidad los empleados forman orquestas. Por esta joya de edificio en el que paso el 80% de mi tiempo y en el que las personas parecen, aún me sorprende, ser felices.
 
Por Alemania y su joie de vivre generalizada a pesar de que no haya país perfecto (ni quizá, ojo, cuerpo que lo aguante). Por los alemanes y su manera de ver el mundo que aún me choca y a la que, seguramente, nunca llegue a acostumbrarme del todo. Por su educación y su civismo. Por lo perrunos que han resultado ser, para mi sorpresa. Por los permisos de maternidad de más de 1 año totalmente garantizados y que, aunque no me toquen a mí, me hacen conservar la esperanza en esta utopía maravillosa que llamamos Unión Europea.
 
Por todos esos lugares lejanos que hay en el vasto mundo y que aún no he visto. Por seguir descubriendo traducciones de ciudades que hacen que una visita a la histórica Aagen se transforme en un viaje al mágico Aquisgrán.
 
Por que a las alemanas les sigan alucinando mis zapatos, sin perjuicio de lo cual, por Dios y por la Virgen, por que encuentre en estas tierras una zapatería en condiciones a lo largo del año 2014.
 
Por vosotras. Las que estáis allí o allá. Por los grupos de whatsapp que a veces parecen las Naciones Unidas, formados por residentes en los 4 puntos cardinales.  Por seguir contando los días hasta nuestro próximo encuentro.  Por querer arreglar el mundo en 2 horas. O al menos nuestros corazones. Por seguir llegando a los churros (madrileños por favor) para desesperación de nuestras parejas. Por seguir llorando juntas de emoción. Por que sigamos toda la vida siendo tan increíblemente distintas y a la vez tan parecidas. Por volvernos locas para siempre al son de Loquillo. Por que no me olvidéis aunque esté lejos, pues yo os tengo muy presentes. Por que nuestra amistad sea para siempre.
 
Por el futuro. Por todos los que sois como yo. Por los que os habéis marchado, los que pensáis en hacerlo y los que no encontráis vuestro camino. Por la generación que iba para ganadora y se quedó en perdida. Por la esperanza olvidada de un país que aunque  extraordinario, parece empeñado en quedarse en mediocre. Por lo que lo añoro. Por que sobrevivamos. Por que luchemos. Por que no nos rindamos.  Por que la mala hostia española al final sirva para algo más que para hablar mal del vecino.
 
Por que el personal se dedique más a leer a los clásicos y menos a hacer el bobo.
 
Por el amor. Porque hemos superado el primer trago, trance, ciclo o como lo llamemos. Porque es posible. Porque lo hemos hecho. Tú y yo. Por que vuelva pronto el olor a café para dos, por la mañana. Y los "Me voy corriendo, que es más tarde que nunca". Y los domingos perezosos. Y los pequeños ladridos a nuestros pies. Y las copas de vino de pie en la cocina, después de esos días malos. Por las cenas a las 23:10 y los desayunos en la cama. Por que nos sigamos riendo de todo.
 
Y por el temblor de piernas. Porque sólo tú sabes lo que significa. Después de tanto tiempo. Por que me esperes. Por que no te vayas.
 
Por la familia. Porque es lo más importante. Y porque te venga de fábrica o la hayas encontrado por el camino, es algo que está y siempre estará ahí. Porque va mucho más allá de los lazos de sangre. Porque es uno de los grandes pilares. Y porque todos necesitamos una.
 
Por que lo importante prevalezca. Por que tenga la inteligencia suficiente para verlo.
 
Por que no me falle el pulso, la retórica, el ingenio o la imaginación. Por que no me venza la pereza, y me haga emprender la retirada de este pequeño y tierno proyecto cuasi literario. Por que llegue hasta el final.
 
Por que todos nos aprendamos de una vez la diferencia entre "porque", "por qué" y "por que".
 
Por la declaración de amor repentina y constante en la que, sin pretenderlo, se ha terminado convirtiendo este blog.
 
Porque es casi navidad. Y en navidad hay que decir la verdad. Hay que querer a los nuestros. Hay que decirlo.
 
Porque cuando encuentras algo bueno debes cuidarlo. Debes dejarlo crecer.
 
Por todas esas tradiciones que todos tenemos en estas fechas. Grandes o pequeñas. Multitudinarias o discretas. Ruidosas o calmadas. Las nuestras. Por disfrutarlas un año más.
 
Por ti, lector desconocido, seas quién seas, y sean cuales sean las razones que te llevan a leerme. Por que mis estratagemas lingüísticas sean capaces de mantener tu interés 12 meses más.
 
Porque este año se acaba, señores, de modo que por el 2014 también. Por que sea tan extraordinario como el 2013 ha resultado para mí.
 
Por que lo venidero venga con buena letra. Por que cumpla todas nuestras expectativas.
 
Por que se me permita dejar constancia de ello.
 
Por que los sueños se cumplan.
 
Prost!
 


viernes, 6 de diciembre de 2013

Correrán ríos de tinta

 
Llevaba toda la vida esperándola.
 
Era una cosita que en mi opinión tenía que ganarme. Debía esperar, además, el momento oportuno. Uno en el que pudiera permitírmela y uno en el que tuviera algún sentido. Uno, también, en el que fuera lo suficientemente mayor para apreciarla.
 
Y según alguien que conoce muy bien tanto mi interior como mis deseos, el momento propicio llegó con ocasión de mi último natalicio.
 
Así es, queridos. Por muy extraño que pueda parecer, llevaba toda mi vida deseando poseer una buena pluma estilográfica.
 
Me refiero a una de las de toda la vida. Sin modernidades a caballo entre un Bic y un Pilot.
 
No, no, no.
 
Una pluma. Roja y dorada. Una Parker. Y de nombre…“Sonnet”.
 
“Nena, llevo toda la vida esperándote”, diría en un eventual guión, haciendo gala de sombrero ladeado, gabardina de cuello subido y mirada de malas pulgas, Humphrey Bogart.
 
O no. Pero así es como lo imagino yo. Y para eso están las plumas:
 
Para imaginar historias, crear fantasías y contar cuentos. O leyendas, o poesías o novelas.
 
Y eso, además de transcribir puntualmente cada semana mis andanzas más allá del Reino de España, es lo que espero hacer con la monada con la que esbocé estas primeras líneas contando ya 28 otoños.
 
28. Y llevaba unos 20 preparándome para la experiencia que estoy viviendo. Una que está a punto de cumplir medio año. Casi 6 meses viviendo en Alemania.
 
Amigos, cómo pasa el tiempo.
 
De repente, estamos en modo Navidad ON. Los mercados navideños, que a más tardar mañana, tendré por fin la oportunidad de disfrutar, nos inundan. El tiempo se enfría a más no poder, primero por la tormenta Xaver que ayer nos hizo salir de la oficina pronto y marchar a todo correr hacia la seguridad y el calor de nuestros hogares, al resguardo de los fuertes vientos y de las lluvias torrenciales que tuvieron lugar a lo largo de la tarde-noche.
 
Y segundo… Por el amanecer nevado que hemos tenido hoy, día de San Nicolás. (Que, os comunico, no es Papá Noel). He saltado de la cama y se me ha dibujado de oreja a oreja una sonrisa que bien podría ser de una niña de 10 años al percatarme del blanco que empezaba a cubrir el jardín, y de los copos cayendo a raudales sobre los tejados. Me he enfundado esas botas que todo el mundo debería poseer, esas que heredas, del año de Maricastaña, calentitas a más no poder. Me he puesto, calculo, 10 capas de ropa y de esa guisa me he echado a la calle, feliz cual perdiz, camino de la oficina, mientras toda España aún descansaba plácidamente por el puente de la Constitución. Conforme han ido pasando los minutos ha arreciado con más fuerza el temporal y he llegado cubierta de arriba abajo por una fina capa de escarcha, que no ha impedido que siguiera de un fantástico humor, y más al encontrarme una bolsita llena de chocolates navideños por cortesía de mi jefe, que cada día es más divino, y cada día se me parece más a Julio César.
¿Qué tendrán estas fechas, amigos, que nos hacen ser mejores?
El otro día, ya con el espíritu inspirado de villancicos y mazapanes, me decidí a volver a ver la película “La Reina de las Nieves”. No se trata precisamente de una película de muy alta calidad, pero entra en la categoría de ese tipo de pelis navideñas con las que nos deleitan cada año las cadenas nacionales, y sin las que, seamos sinceros, estas fechas, y las siestas post-comilonas que las acompañan, no serían lo mismo. A esta misma categoría pertenecen grandes clásicos como “Sólo en Casa”, “Love Actually”, alguna de Disney que siempre cae,  y la peculiar “El día de la Marmota”. Y como la sensibilidad aprieta estos días, casi tanto como las ganas del “Vuelve, a casa vuelve”, qué queréis que os diga. Tengo la agenda repleta de citas con Películas Yonkis.
Otra de las cosas más típicas de estas fechas, son las cenas-comidas de Navidad. Con los amigos, con la familia, con la pareja, con los colegas de trabajo, con el jefe, con quién pilles por delante. Porque si hay algo delicioso en Navidad es esa conciencia general que rige nuestros destinos y nuestras básculas, autorizándonos tácitamente a todo tipo de excesos culinarios, sean tan escandalosos como sean, haciéndonos sentir 0 culpabilidad. Porque bueno. Ya sabéis. Es Navidad.
 
Así que, comilonas. Un concepto que parece ser universal y por lo tanto, no conocer de fronteras. Personalmente, por el momento tengo 3 apuntadas: 2 en Düsseldorf y 1 en Madrid, sin contar las familiares que sin duda sumarán otras 5 o 6 a repartir entre Málaga y la capital. Y entre ellas, surge para los más juguetones, el también clásico (porque de clásicos parece ir el post de hoy) “Amigo Invisible”. ¿Quién no ha sentido esa emoción al introducir la mano en la bolsa donde yace un regalo procedente de quién sabe quién, que a pesar de todas nuestras expectativas, termina siendo el detallito gracioso de turno adquirido en un chino 5 minutos antes de la cena en cuestión?
 
Pues este domingo, después de mucho sincronizar agendas, es nuestro turno. Al fin hemos conseguido ponernos de acuerdo en nuestro particular, internacional y heterogéneo grupo de expatriados para celebrar nuestra primera comida de Navidad juntos, con regalitos incluidos. Cada uno pondrá de su parte a la hora de cocinar con el único fin de darnos un homenaje de unos 7 platos. Festín, regalos sorpresa y decoración navideña que ya estamos ubicando correctamente, bien luminosa y bien abigarrada como mandan los cánones. ¡No puedo esperar!
 
A continuación y antes de partir hacia España hasta después de Reyes, recibiré mi última visita del 2013, por parte de quién ya está harto de subirse a aviones varios a cuenta de la niña. (Por cierto, aviso a navegantes, Ryanair ha restaurado la ruta Madrid- Düsseldorf a partir de Marzo) Y por lo tanto se imponen planes que le hagan olvidar por un momento el frío que hace por estos lares.
 
Planes como disfrutar por fin del “Teatime”, un viernes a las 16h en  Dolcinella. O como ir en busca del más puro espíritu navideño alemán, en una excursión a Aachen, la ciudad en la que pasó sus últimos años Carlomagno, y que además muestra con orgullo su precioso mercadillo navideño. Tras la gloriosa impresión que me causó hace un par de semanas el “Vin brulé”, no veo el día de probar el "Glühwine". Que digo yo…Será similar. Y el día después, volver a Madrid de vacaciones, y justo a tiempo para el Gran Concierto de Año Nuevo de Johann Strauss que este año hará las delicias de los madrileños los días 22 y 23 de diciembre en el Auditorio Nacional, y que en nuestro caso, hará las veces de esa tradición anual navideña de asistir a un espectáculo, digamos…Clásico.
 
Oh si, tradiciones. Porque de eso van también estas fechas. Y no es la única de la que os hablaré. Pero esperad a la próxima entrega.
 
En fin, que hablábamos de planes. Planes que sólo pueden darse cuando el frío aprieta, las luces conquistan las ciudades, y los dulces son obligados. Planes de estas fechas, tan mágicas, tan de los nuestros. Tan de echar de menos y tan de mirar atrás.
Planes que describiré y relataré, tecleando nerviosa o con ríos de tinta. Sonnet en mano,  mente en las nubes, y corazón vete a saber dónde.
 
Planes, si.
 
¿Y el más importante de todos?
 
Volver.
 
A casa.
 
Por Navidad.