jueves, 16 de enero de 2014

El comienzo de todo.


Las musas no habian muerto, que andaban de parranda.

Qué cosas tiene la Navidad. Cosas sobre la familia, la vuelta a casa, los excesos, la intensidad de las emociones, la gordura en general, y un curioso efecto hipnótico que requiere, al menos, de una semana para superar la vuelta a la normalidad.

La mía se sintetiza en una terapia de choque máxima que me ha zarandeado a un ritmo trepidante durante los últimos 7 días. De ahí que me haya hecho desear.

Quizá también vosotros os hayáis percatado de lo curioso que resulta cómo afecta el nuevo año a la perspectiva de las personas. 

De un momento a otro pasamos del clásico hastío al final de una etapa, cuando está quemada, cuando no da más de sí, al emocionante comienzo de una nueva. Abracadabra. En cuestión de un segundo. Un poco lo que nos ocurría al comenzar el curso escolar ¿Recordáis? Cuando nuestros prístinos cuadernos olían a nuevo, y nuestros nuevos estuches relucían, aún a salvo de los futuros envites que sin duda les daríamos durante 9 meses.

 Fuera lo viejo y viva lo nuevo.

Porque si hay algo especial al comienzo de un nuevo año es precisamente la sensación de tener dicho año por delante. 12 meses para vivir. 12 meses para descubrir. Para viajar. Para ir y volver. Para amar, y abrazar y besar. Para reir y llorar. Para pelear y para reconciliar. Para salir y entrar. Para trabajar. Para descansar. Para aprender. Para fastidiarla y para arreglar el estropicio. Para soñar.

Todo el tiempo del mundo, se diría. Aunque la realidad es que, y con los años se acentúa, 12 meses se van en un suspiro. Apenas da tiempo a nada, y cuando menos te lo esperas ya estás de nuevo en la cuenta atrás, villancicos por doquier y mazapanes a tutiplén. Deseando hacer borrón y cuenta nueva, y listo para la novedad.

Asi somos los seres humanos. Nos cansamos rápido, siempre pensando cuando no ansiando, correr hacia un futuro que llegará sin necesidad de apremio.

¿Por qué nos precipitamos hacia delante sin parar cuando todos sabemos a dónde nos llevará el final de ese viaje? Es una buena pregunta, pero me da que no es momento ni lugar.

Porque la verdadera cuestión que nos ocupa hoy, desvaríos filosóficos a parte, es que empezamos un nuevo año, mirando, como de costumbre, hacia los meses venideros, y cómo no, con nuevos propósitos en mente.


Para algunos se trata de empezar a ir al gimnasio. Para otros bajar el colesterol. Para otros dejar de fumar. Algunos deciden acabar la carrera en el año en curso, si o si. Otros, por desgracia, dar ultimátum a la pareja del tipo o-nos-casamos-o-me-piro. Algunos, afortunados, ponen encima de la mesa un nuevo proyecto común. Una nueva empresa. O formar una familia. Algunos lo llaman ahorrar. Otros invertir. Otros deciden recorrer el mundo. Algunos se proponen superar una ruptura. O aprender algo nuevo. Un idioma. O una habilidad. Algunos deciden marcharse. 

Y otros volver. 


Pero lo que todos los propósitos tienen en común, mucho más allá del ámbito del que traten, es que todos, sin excepción, tienen parte de realidad, y parte de sueño, de utopía.


Así, debatiéndose entre ambos extremos, en lucha encarnizada, suspendidos en el limbo, se encuentran todos esos propósitos secretos, profundos, personales, al comenzar un nuevo año. 

Del resultado de esa batalla dependerá el que los llevemos a cabo o no.
¿Algunos de los mios? Voilà.


- Seguir anonadada con la oportunidad que obtuve ya (quién lo diría) el año pasado. Seguir valorándola. Seguir sacando el mayor partido de ella. 

El programa en el que me encuentro nos da la oportunidad a algunos de los participantes, de rotar por distintos departamentos, y en esas estoy justo al principio de este 2014. Empezando de nuevo desde 0. Desaprendiendo lo aprendido, o adaptándolo, según el caso. Conociendo a nuevos compañeros con una nueva forma de trabajar, y haciéndome a un nuevo ambiente. A nuevas responsabilidades. A un nuevo escenario.


Resulta muy curioso cómo puede verse el lugar en el que se trabaja de modos tan distintos. Cerca de 1000 son las personas que trabajamos en esta torre de cristal.  Todos estamos en el mismo barco. Es la misma empresa para todos, el mismo edificio y el mismo negocio. Y sin embargo, cualquiera diría que se trata de universos paralelos.
En cualquier caso, el cambio está resultando increiblemente estimulante, repleto de retos nuevos en el horizonte y prometiendo experiencias insólitas en un futuro no muy lejano.

- Llegar al 2015 con un nivel, llamémoslo aceptable, de alemán. Porque es un plus. Porque he tenido el privilegio, la suerte, y las narices de llevar mi carrera hasta Düsseldorf. Porque, amigos, en Alemania el alemán es necesario. Y sobre todo, porque he decidido hacerlo. Y punto.

- Volver a España 1000 veces en este nuevo año. Porque tengo el corazón allí. Porque la añoro con cada fibra de mi ser. Por el cocido, y el vino y el jamón ibérico. Por el sol que brilla en el sur como no brilla en ningún lado. Por los bares inmundos de churros en los que me gusta amanecer de tanto en tanto, y donde el día 1 de enero del año en curso, chocolate en la diestra, porra grasienta y goteante en la siniestra, acompañada por 1 rubia y 2 canallas, me reí a carcajada limpia, aunque sigo sin recordar por qué.

- Mantener a uno de los susodichos canallas a mi lado. Conseguir que me siga contando que en esos bares que tanto me gustan hay sólo 3 tipos de personas. Repartidores, taxistas y borrachos que vuelven de juerga. Sus teorías. Sus cosas. Que me siga diciendo que ya está mayor para desayunar en semejantes circunstancias. Pero que me siga acompañando. Conseguir que me siga mirando así. Y seguir mirándole yo. Seguir viendo lo que hay más allá del acentito madraca y el mal genio. Seguir conociéndole.

- Tachar, a finales de diciembre, al menos un punto más de mi lista-de-cosas-que-hacer-antes-de-los-30. Con alegría.

- Viajar. Viajar mucho. Todo lo posible y aunque me cueste el sueldo. Ver el mundo. Explorar, descubrir, ver, sentir. Tanto como pueda. Tan lejos como me lleve el viento.

- Poder echar la vista atrás en 12 meses y además de sonreír de oreja a oreja, saber que he aprendido  algo. De mis garrafales errores por ejemplo. Sentirme un pelín más sabia.

- Seguir vengándome de cada iluso que no creyó que podría hacer algo. Que no sería capaz. Que no tendría agallas. ¿Cómo? Precisamente, lográndolo. Y sobre todo, ay… Regodeándome.

Y para terminar, algo que quizá todos deberíamos proponernos de vez en cuando.

- Ser mejor el año que viene. Una mejorada versión de mí.  Mejor persona. Mejor yo. Aunque yo, al fin y al cabo.  Porque todos nos equivocamos. Pero alguien sabio por boca de otro alguien quizá aún más sabio, me dijo una vez algo así como "tienes que perdonarte para poder avanzar".

Si. Un poco ambiguo el mensaje. Un poco Mufasa también.

Pero se dice que la voluntad mueve montañas. Y toda gran empresa empezó una vez con un gran sueño.

Porque estamos en enero. Cuando todo es posible.

Y porque en eso consisten los sueños. Es lo que son.

Nuestro motor. El comienzo de todo.

Así que amigos...

Cerrad los ojos. Soñad.

Empieza el 2014.