viernes, 12 de diciembre de 2014

Esto fue Düsseldorf


20 de junio de 2013
“Por vosotros empieza este relato. Hasta el mes de diciembre del año 2014”
46 entradas y ya empiezo a citarme a mi misma. O he de revisar seriamente mi nivel de flipe, o, y esto es algo que me congratula en estas fechas de revisión de viejos objetivos y fijación de nuevos, lo he conseguido.
He terminado mi estancia en Alemania, y he llegado hasta el final de mi pequeño cuaderno de bitácora. He escrito. He puesto al dia a mi seres queridos de mis aventuras y desventuras por tierras germanas, y también a más de un desconocido (un dia de estos alguien tendrá que explicarme el porqué de tanta visita desde Rusia)
Y se acabó. Ya está. 18 meses. Un año y medio de mi vida. ¿ Y lo que me llevo? No sabría ni por donde empezar. Quizá por resumir lo que ha sido Düsseldorf.
Düsseldorf. ¿ Qué puñetas es Düsseldorf?
Düsseldorf es una ciudad alemana localizada muy muy al norte. Concretamente en Renania del Norte-Westfalia. Y no, un año y medio después aún no comprendo el porqué de tantos nombres para una misma zona. Se trata de una ciudad mediana, de unos 600.000 habitantes, algo asi como Málaga pero sin el sol, el pescaito y la gracia/mala uva andaluza. En Düsseldorf hay un gran nivel de vida, y se siente, teóricamente, una enorme pasión por la moda y la modernidad, algo que no observaréis en los outfits diarios de los autóctonos aunque si en los flamantes automóviles que dejan tranquilamente durmiendo en cualquier calle oscura cada noche, asi como en los impresionantes edificios diseñados por célebres arquitectos en Medien Hafen.
En Düsseldorf hay varios puntos clave que se deben conocer para sobrevivir, a saber:

  • La Altbier es la mejor cerveza del universo, y punto.  Lo que se deriva de estar elaborada en esta hermosa y única ciudad, que ya Napoleón llamaba “Pequeño Paris” (Una lástima que sólo quede de aquello  la anécdota y el exacerbado orgullo de sus habitantes, tras la siempre recordada II Guerra Mundial). De hecho se diría, a juzgar por la emoción del düsseldorfer medio al hablar de esta cerveza, que fue traida desde los cielos para hacer que los alemanes pudieran beber felices y comer perdices. Y sobre todo para evitarles probar ese brebaje del demonio hecho en Colonia, la Kölsh, puesto que a pesar de que dicha rubia no tiene absolutamente nada que ver con la morena de la que hablamos,(y estar las dos, sinceramente bien ricas) ambas mantienen una lucha abierta y constante. Versión oficial: Altbier: cielo. lsh: infierno. Y ya en casa que cada uno beba lo que le dé la gana. A mi me da a menudo por el Pinot Grigio. Sobre todo no pidáis agua en los restaurantes, si no queréis caer en quiebra. Un vasito de leche por ejemplo, si. Más barata. Panda de listos.
     

  • En Düsseldorf hay bombas. Muchas bombas. (Concretamente he tenido conocimiento de 5 a lo largo de mi estancia aqui) Proceden de la, de nuevo, siempre presente II Guerra Mundial, y aparecen en cualquier momento, en cualquier lugar. Por ejemplo, una mañana cualquiera en las inmediaciones de tu oficina, por lo que 950 empleados se ven de repente privados de su amada jornada laboral para irse a tomar el fresco hasta el dia siguiente. O bien cuando decides pasar un fin de semana en Luxemburgo, por lo que te ves obligado sin comerlo ni beberlo a desviarte por completo del trayecto y tomar no 1 sino 3 trenes distintos. O, por citar el último ejemplo, el día que te diriges al aeropuerto por asuntos laborales de máxima importancia, por lo que primero pagas una millonada al taxista, segundo no llegas al aeropuerto sino que te encuentras tirado en medio de la nada con un grupo de almas en pena en tu misma situación porque no se permiten ni entradas ni salidas a las instalaciones aeroportuarias, y tercero pierdes el avión porque, sorprendentemente la bomba no impide que salgan los aviones. Encájalo con arte y haz amigos. Es mi última palabra al respecto.
     

  • En Düsseldorf absolutamente todo está comunicado por trenes de diferente estilo y condición: Habemus tranvias, S bahn (trenes locales o regionales, quién sabe, pero los usarás), y U bahn (el metro). El ICE lo dejo fuera de esta categoría al tratarse de  alta velocidad y regirse por otras normas humanas y divinas. Y diría que en el 80% de los casos no, y repito NO son puntuales. Prestad atención porque esta es una lección importante: La puntualidad de los trenes alemanes es un MITO. Y no esperéis anuncios que os indiquen las nuevas circunstancias por los altavoces en inglés.
     
     

  • En Düsseldorf, por cierto, ni se habla tanto inglés  como los españoles imaginamos, ni tan poco como los alemanes creen. Dejémoslo en tablas. Yo sobreviví durante meses sin conocer más de 2 palabras en alemán (también es cierto que en mi empresa me he dedicado casi exclusivamente al ámbito internacional). Pero intenta saber qué estás comprando en el super, o el significado del enésimo mensaje por altavoz del tren, y sabrás de lo que hablo: Aprende alemán.
     

  • En Düsseldorf sólo hay una manera de integrarte con los autóctonos: germanizarte. Hasta donde llega mi experiencia nadie va a venir a buscarte para ser tu amigo, y muy pocos harán el esfuerzo de hablar contigo en inglés más allá de lo que estrictamente requiere el protocolo. Un par de ejemplos: Alguna vez he comentado que aqui está la comunidad japonesa más grande de Europa (Dios sabe por qué). Bien, estos japoneses viven en su barrio, trabajan en sus empresas y comen en sus restaurantes. Y amigos, cuando estos seres humanos no son japoneses, son alemanes. Y punto. A lo que voy: No le pidáis a un alemán que se adapte. No puede. Por muy buena intención que tenga. No será capaz. Te acabarás germanizando tú. Und danke.
     
     

  • A los alemanes les encanta España... Para un rato. He descubierto la existencia de dos tipos:  Los que jamás salen de su tierra, y los aventureros. A los aventureros  rara vez los verás en Europa: irán cuanto más lejos mejor en sus vacaciones de 3  o 4 semanas anuales. Explorarán tanto mundo como puedan para acumular recuerdos de lugares lejanos y exóticos. Y cuando no tengan muchos dias libres, irán a España. Mallorca desde luego, viva el cliché cuando es cierto.  Pero algo común a todos ellos es que España les gusta. La comida, el estilo desenfadado, y un poco más relajado a lo que están acostumbrados. Pero a la hora de la verdad, lo máximo a lo que llegarán será a pedir una sangría y a comerse, cada uno en su plato, su tapa. Una tapa que si está elaborada en un restaurante “español” localizado en Düsseldorf se parecerá más... a un plato combinado. Será la gran aventura de la semana. Y después, wurst. No le des más vueltas.
     

  • En Düsseldorf, al menos esta ha sido mi experiencia, son extraordinariamente educados, y todo el mundo está abierto a echarte una mano en un momento dado. Hay muy buena intención en el ambiente. Respetan las reglas y les gusta el orden. Las cosas como hay que hacerlas. O como ellos piensan. Son claros y directos, y eso es algo muy sano. Son fantásticos en organización aunque no tanto en ejecución. Tendrán sólo un plan. El plan A. Y será perfecto. Pero ay del mundo si no funciona, porque la crisis vendrá con proporciones bíblicas.
     
    Y sobre todo, no los hagas enfadar. Lo de los ruidos más tarde de las 22h por ejemplo, no sienta bien. Encontrarás notas en tu puerta. Kilométricas. Que por supuesto estarán en alemán. Y sin remitente. Apáñatelas.
     
     

  • En Düsseldorf hay mucha, mucha fiesta. Fiesta alemana, es cierto, pero amigos, qué fiesta. Cada año en primavera empiezan a llegar oleadas de despedidas de soltero en busca de las delicias düsseldorfers. Hay calles llenas de bares, donde, os recomiendo llevar lo menos posible (2 móviles desaparecidos, os recuerdo). Hay afterworks multitudinarios más similares a los desaparecidos botellones de la Plaza de la Merced.  Hay enormes discotecas en naves industriales. Hay cerveza,  vino Riesling y cócteles donde y cuando quieras. Y de hecho gente bebiendo a las 7 de la mañana... En trenes. Pero no pidas copas españolas. Y menos de balón. Para eso, a Madrid. Y hablando de beber, ojo a la transformación tipo Jekyll/Mr Hyde de los alemanes al tomarse UNA cerveza. No hay palabras.
     

  • A Düsseldorf hay que venir en 2 épocas: navidad y carnaval. Y os diré por qué. Hace un frío que pela, si. Pero a nadie le sorprende porque es lo que se espera. Y además, en navidad tenemos los mágicos mercadillos navideños, con su glühwein, y su ponche de huevo, y sus wurst a diestro y siniestro, y su käse fondue.  Y en carnaval... En fin. Es carnaval (En serio, cita anual obligatoria). Lo más importante es que evitéis la primavera y el verano. Cuando todo ser razonable espera sol. Y el sol... brilla por su ausencia.
     

  • En Düsseldorf, no sé si en general, pero desde luego en cierta empresa del ámbito de los seguros, con sus 1000 defectos y sus 1000 contradicciones, se trabaja muy bien. Sueldos buenos, horarios mejores. Un ambiente laboral en lo que a mi respecta, sano, y basado en el principio de la meritocracia. Y un lugar en el que se ofrecen oportunidades.
     

Asi que, amigos, no hay país perfecto y por lo tanto tampoco ciudad. A mi me ha dado tiempo a sacarle mucho jugo y también mucha punta a Düsseldorf. Y para ser sincera ahora deseo regresar. Pero Alemania es un gran país. Y Düsseldorf es una muy buena ciudad para vivir, y para, si se dan las circunstancias, y tienes ganas y suerte, establecerte a largo plazo, formar una familia y vivir feliz.
Para mi este periodo es y siempre fue una experiencia, algo por lo que pasar y algo que recordar. Pero algo con fecha de caducidad desde el principio. Venir sin duda ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Ha significado una gran prueba en lo personal y también en lo profesional. Y un riesgo. Sólo puedo decir que ha merecido la pena, y que mi mensaje a cualquiera que se plantee emigrar es: Valor y adelante.
Un año y medio después de marchar, puedo decir que he crecido, que he madurado y que he desarrollado facetas de mi que ni siquiera sabía que existían. Me he descubierto a mi misma. Y he comprendido muchas cosas que me dijeron personas que pasaron por algo parecido hace tiempo y cuya opinión pedí antes de embarcarme en esta aventura.



He comprendido el “Pasarás mucho tiempo sola, yo lo hice, y a lo tonto me descubrí a mi misma” (gracias P).



Y el “Después de haber pasado por todo lo que hemos pasado los dos, creo que somos capaces de conseguir cualquier cosa que nos propongamos. Y si digo que un dia volveré a vivir en una casa frente al mar, lo haré”. (Gracias C) 



Y el “Vas a vivirlo todo tan intensamente como hacía tiempo que no sentías. Dejarás una parte de tu corazón allí. Te dará una pena horrible volver. Y cada parte de tu vida anterior que antes veías normal, ahora te parecerá extrana”. (Gracias L)
Ahora lo entiendo todo.
Me he descubierto a mi misma también. He comprendido muchas cosas de mi.  



Que nunca seré la chica perfecta que se acuerda de los cumpleaños sin tenerlos apuntados, o que llega a tiempo a cada cita,  o que envia tarjetas de christmas cada año a principios de diciembre, o que lleva siempre clinex en el bolso. Nunca seré matrícula de honor en cada asignatura, ni la más políticamente correcta, ni la más tranquila, ni la que no se mete en follones. No. Pero estoy segura de poder sobrevivir a casi cualquier cosa. De poder enfrentarme a casi cualquier Reto. De ser capaz de conseguir todo cuanto quiera, y de romper tantos moldes como se me ponga entre ceja y ceja. De ser bastante más dura de lo podría haberme imaginado. 



Y  quizá a base de parloteo sentimental, acabe siendo la más empática de las directivas, por qué no. Quizá pueda ser, algún día, la que en vez de  mirarse el ombligo, tienda puentes entre opuestos, y la que escribe en sus ratos libres relatos que lleguen a más de un corazón. Quizá, también consiga estar en una posición de management, porque tengo narices para eso, pero al mismo tiempo me gusta escuchar a las personas. Quizá sea la que toma iniciativas arriesgadas pero que consigue que el grupo se mueva. Quizá todo eso me convierta en alguien capaz de mantener un equilibrio sano entre lo profesional y lo personal. Entre mi familia y mi trabajo.



Quizá de este modo llegue a ser mucho más feliz que intentar, durante la década que tengo en frente de mis narices, ser alguien que nunca he sido y que nunca seré.
Quizá he aprendido a pasar de los tiburones, porque ni me van ni me vienen. Y porque he descubierto que hay mundo más allá de la porquería que te enseñan a base de palos en los primeros años de vida laboral.
Quizá he conseguido, no sólo sobre el papel, sino también por dentro, pasar a la siguiente fase. Quizá Alemania ha sido y siempre será, mi trampolín.
Todo esto acompañado, claro, de visitas a 8 paises en 18 meses, un número simplemente incontable de puntos de iberia, y más aún de horas de avión, un choque cultural que empezó el primer día y que a dia de hoy, a una semana de partir, sigue presente, una relación tormentosa con mi despreciable casero, 2 departamentos, varias entrevistas internacionales de trabajo, 1 plan de futuro más que alagüeño, una familia que me espera, unos amigos a los que diré “hasta la próxima”, otros tantos cuya cercania ahora me toca recuperar, un perrito que cada dia es más pequeño, una nueva ciudad por descubrir, a orillas de mi querido Mar Mediterráneo,  y una relación de pareja que, ojo, hemos mantenido, él y yo. (Aunque sobre todo yo, porque él es muy quejica)
Así que, a horas de la última escapada de esta aventura, ha llegado el momento de dejar descansar a la pluma, y al teclado, al menos unas semanas.
Porque con el 2015 llegará un nuevo proyecto bloggero. Más amplio, más libre, y aún más, si cabe, mío.
Allí os espero.
Porque, todo esto, por vosotros ha sido, y ha sido un placer  haberlo vivido.





Esto fue, para mi, Düsseldorf.



Nos vemos en el Pico de oro.

Lara

martes, 2 de diciembre de 2014

La eterna mudanza

Abandonar escenarios.

Es una constante en mi vida. No es que huya. Al menos, no conscientemente. Puede que si en realidad, no sé, muy en el fondo. Una huida hacia delante. Sobrevivo. Siempre. Eso me han enseñado a hacer. Y para hacerlo cada uno tiene su técnica. La mía, decía, es abandonar escenarios.

Asi es como he ido tomando las grandes decisiones de mi vida.

Terminar esto, ir a por lo siguiente, marcharse. Desvanecerse. Dejarlo atrás todo. Mutar y adaptarse a un nuevo entorno. Como un zorro que viaja en busca de su lugar entre los bosques.

Sería absurdo mantener que no me tiembla el pulso al hacerlo. Que no miro hacia atrás. Que no me pregunto mil y una veces, incluso mucho tiempo después, lo que podría haber sido si… Y si... O si... Y si hubiera permanecido quieta. Y si me hubiera quedado.

Una eterna mudanza. Un constante cambio de atrezzo. Una función que no termina. Y tantas pérdidas en el camino. Quizá de eso trate toda esta loca introspección. De la pérdida.

Porque al principio, cuando se es muy joven, al desaparecer, al abandonar la escena, no es que no pese, pues lo hace, pero es más bien un peso pluma. Quizá la consciencia no está del todo despierta porque queda muy lejana aún la idea de un posible final. Cuanto más avanzamos en la vida, quizá esa consciencia se despierte más y más. Y llega un punto en el que inevitablemente, debemos abrir del todo los ojos y elegir un camino. Es entonces cuando entran a escena los pesos pesados. Todos esos recuerdos acumulados. El bagaje. Los seres amados. La experiencia.

Y evalúas de la mejor manera posible lo que en términos económicos se denomina coste de oportunidad, o lo que es lo mismo, el valor de la mejor opción no realizada. Eliges. Te la juegas.

Y otra de las grandes constantes en mi vida, de la que he sido consciente hace no mucho es que cuando me marcho, nunca vuelvo. Tardo. Me lo pienso. Dudo. Vacilo. Tiemblo. Pero al cerrar la puerta tras de mi, se acabó. Sayonara baby.

Hasta ahora.

Dentro de menos de un mes daré por finiquitado este blog. Dentro de un mes ya no viviré en Düsseldorf. Regreso a España. Porque quiero. Y porque puedo.


Por primera vez en mi vida, deseo volver a un escenario que abandoné. Tan cerca como pueda del punto del que partí. ¿Y las razones? Igual que al venir. Innumerables. Difíciles de explicar. Fáciles de intuir. Imposible aprehenderlas y mucho menos exponerlas en unas cuantas lineas. Pero más cerca del corazón de lo que habría predicho hace muy pocos años. Más arriesgadas de lo que estoy acostumbrada. Y quizá producto de una apuesta que aún no estoy lista para declarar a viva voz. Pero que está ahí. Presente en cada paso. Más clara cada día. Y tan interiorizada que… En fin. Da un poco de miedo.

Total, que todo esto me ha hecho darle una vuelta a varios asuntos, que habiendo sido muy importantes en los principios, con el tiempo han ido dejando paso al olvido perezoso.


Y es que hace poco me dio por prestarle atención a mi tablón de novedades de Facebook y me sorprendió seguir viendo tantos enlaces y publicaciones relativos a jóvenes españoles en el extranjero. Muchos echando de menos el país. Unos cuantos horrorizados con los escándalos políticos habituales. Otros poniendo esperanzas en las nuevas alternativas (perdonad pero luces rojas de alerta/peligro por todos lados). Y bastantes más de los que esperaba hablando de la imposibilidad de regresar.

Y eso me ha hecho reflexionar sobre mi situación. Y la suya. La de los míos, como siempre. Pensar en si esa será la situación real. Si generalmente resulta del todo imposible volver. O si lo que resulta imposible es volver con las condiciones mantenidas en otros países. O si "imposible", como muchas veces ocurre, se confunde con "menos cómodo".

Me he preguntado si los que se quejan de no poder volver, lo han intentado. No quiero pecar de sabelotodo y menos de superficial, pero recuerdo cuando el problema era que la generalidad consideraba "imposible" marcharse. Con contrato cerrado. Con condiciones interesantes. Sin tener que hacer previamente  una inversión descomunal simplemente esperando tener la oportunidad de encontrar trabajo. Oh. Y con determinadas carreras ni hablamos.

Me pregunto, en definitiva, si España no seguirá siendo el país de "No podemos". El país en el que nadie cree en nadie. Ni en nada. Y mucho menos en uno mismo. El país en el que si confias en tus cualidades y tu valia, te pasas de listo, o de arrogante. El país en el que equivocarte es pecado, razón por la que los complejos abundan, y por lo tanto la frustración, lo que da paso irremediablemente a la envidia. El país en el que la mediocridad es lo mejor a lo que puedes aspirar, porque destacar es simplemente un "canteo". Un país en el que bajar la cabeza y apuñalar por la espalda es el pan de cada dia.

O si por el contrario, quizá desvario, y me dejo llevar ante el miedo al próximo retorno, y realmente aquellos que hablan de "imposible" lo dicen de corazón.

En ambos casos lo privilegiado de la posición de poder regresar en mis condiciones, es innegable. Y por eso, por una vez, en lugar de de poner en solfa absolutamente todo cuanto me rodea, últimamente me da por pasearme por lugares callados y solitarios. Y por permanecer unos momentos en silencio, intentando aprehender las circunstancias actuales, tan diferentes a las que estaban sobre la mesa hace sólo un año y medio. Intentando verme desde fuera, quizá con la mirada de la que solía ser hace ya tanto tiempo, cuando sólo tenía un diploma de baccalauréat, unas cuantas opciones de carrera por delante, y eso si, mucho, muchísimo tiempo para llenar la hoja en blanco del futuro.  Intentando no perderme por este extraño camino por el que la vida me va llevando, lanzándome tan lejos de donde partí, y devolviéndome, de repente, de vuelta a orillas del Mediterráneo. Y sobre todo, dando gracias. Gracias.

Dentro de un mes me mudaré a Barcelona, ciudad desde donde escribo estas líneas, tan cerca ya del final.  Diré adiós a mi aventura en tierras germanas, para volar hacia latitudes más cálidas, más cercanas. Y aunque se tratará sin duda de una nueva aventura, por alguna razón es como si ya estuviera en casa. Como si cada una de las dificultades vividas, cada uno de los obstáculos superados, y cada lágrima, me hubieran traído hasta aquí.

Y de nuevo, lo que ocurrió por sorpresa hace un año y medio, se repite inesperadamente. La certeza de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado.

Y no puedo evitar preguntarme si no podría convertirse en una costumbre. Si la oscuridad ya hace mucho que pasó. Si finalmente el destino ha decidido jugar en mi favor. Indefinidamente.

Pero se me olvida que semejante concepto es una cortina de humo. Que todo termina. Lo malo. Y lo bueno.

Así que cogeré fuerzas para lo nuevo. Recogeré los frutos de esta última etapa. Recolectaré cada pequeño detalle que me sirva como posible agarradera para lo que viene. Y sea lo que sea, lo que he vivido permanecerá a mi lado en el camino. Un clavo ardiendo siempre es una buena opción.

Me arremangaré una vez más y tomaré posiciones. Muy suavemente. Respiraré hondo. Porque toca volver a empezar. Volver a adaptarse.

Porque se habla mucho de la dificultad de marcharse. Pero poco sobre aquello de volver.

Porque ya no soy la misma. Y los que dejé atrás tampoco.

Porque al zorro le toca abandonar su madriguera…Otra vez.

Por que espero de todo corazón que nos volvamos a encontrar en el camino, por mucho que haya pasado.

Y por no olvidar.

Lectores, hasta el último post