viernes, 15 de noviembre de 2013

Que viene, que viene.


Vivo en la sexta ciudad con mayor calidad de vida del mundo.

Seguramente la perspectiva que me da ese hecho es, cuanto menos, subjetiva.

Pero he visto Madrid en ruinas. Sucia. Vieja.

He oído a mi alrededor, casi medio año después de marcharme, las mismas conversaciones, dándole una y mil vueltas a la porquería general de nuestra madre patria.

He sentido la desesperación en la gente de mi edad. Unos sin dinero, otros sin oportunidades. Y la mayoría creyéndose sin futuro.

Y todo esto me hace presentir que el ciclo del choque cultural se cumplirá el día que regrese definitivamente a España. No es la primera vez que este tema ronda mi cabeza. Se marina en mi mente desde hace tiempo. Me corteja con vértigos repentinos y dudas existenciales. Lo escucho en conversaciones salpicadas aquí y allá en los aeropuertos alemanes. Españoles que dieron el salto y volaron a otros destinos más propicios. Que pelearon por adaptarse y superar la inevitable morriña. Que aprendieron a valorar otra forma de vida, otras cosas.

Y españoles que, como yo, a la hora de pensar en volver al mercado laboral nacional, se echan a temblar.

No puedo evitar preguntarme. Cuando llegue el momento, ¿Seré capaz de volver?

Esta crisis que consume nuestro país y que parece no tener fin, nos ha robado la gracia española, la esperanza- y si no, que levante la mano quien crea que existe siquiera la posibilidad de salir de ella en un par de años- y también la perspectiva. Y lo peor, es que no cabe un “cómo hemos llegado a esto”.Porque lo sabemos. Somos muy conscientes del camino que hemos seguido. La cuestión es, ¿Hemos aprendido algo?

Nadie creía que llegaríamos a esto, es cierto. Y nadie cree que vayamos a salir.

Y digo yo. ¿No sería mejor dejar de darnos con el cilicio y empezar a tener un poco de fe? Y diréis, qué fácil para alguien que está lejos. Qué poco sabrás tú. Y si sabes de algo es de huir. ¿No?

Pues no.

Sé bien lo que digo. Sé de pozos oscuros y de desesperación. Sé de no saber hacia dónde ir. Sé de círculos viciosos. Sé de estar perdido, dando vueltas en torno a uno mismo, y sé de ser la pescadilla que se muerde la cola. Sé hasta de empezar a gritar yendo de paquete en una moto (En mis inicios. Qué miedo ¿Verdad?) por medio Madrid por no aguantar más ese invierno que no acaba. O de salir pitando a un país vecino con el único fin de chillarle al pobre Atlántico, que no tenía culpa de nada.

Lo sé. Lo conozco. He estado allí. Y puede que en macro no sepa hacer la o con un canuto, pero como micro siempre se me dio bien, para todos los que estáis perdidos, sólo quiero deciros:

NO-PERDÁIS-LA-ESPERANZA

Seguid luchando. Levantaos cada día. Abrid las ventanas y respirad. Llenad los pulmones. Manos a la obra. Y a por el mundo.

Porque la vida no acaba hasta que acaba. Y este no es el final.

Ah. Y porque ningún sueño (para idealistas), ni ninguna meta (para escépticos) se consiguen sin luchar.

Dicho de otro modo. Queridos, si dais patadas a un árbol, al final caerá la manzana.

O como diría mi madre, nadie va a venir a llamar a tu puerta. Espabila.

Luchad. Saldremos de esta.

Dicho lo cual, os propongo dar carpetazo a la depresión conjunta y abordar asuntos más livianos.

A punto de caramelo está este viernes que llega dándome ganas de mucha calma. Alguien ha debido pegarme eso de no hacer planes porque lo que más me apetece es preparar una sopa y encerrarme en casa al resguardo del frío que empieza a calar hasta los huesos por estas tierras.

Son días de espera. Y de cálculos. Porque para mí los meses de octubre y noviembre significan cumples. Seguidos de Navidad. Y Reyes. Y…Tachán, tachán. Paga extra para empezar el 2014.

Elocuencia aparte, para describirlo sólo se me ocurre esto. Oh yeah.

Pero volviendo a los cumples, este año mi economía goza de una inusual buena salud, así que me estoy deleitando en los regalos a los más allegados. No hay cosa que más me guste que un buen cumpleaños. Bueno quizá una boda, pero no viene a colación. Una celebración en general. Razón por la cual nunca hago más caso de eso de “Paso de este día”, ”No me gusta celebrarlo” o peor “No tengo nada que celebrar”, que el que viene con el automático e inmediatamente posterior "¿Cómooooo?"

Así que, y esto va para alguien en particular. (Alguien que de repente empieza a ser muy, pero que muy mayor) Olvídate para siempre de la no-celebración. Mi intención más que comprobada es no salir de tu vida hasta que la muerte nos separe, así que, en fin, te vas a comer más de un cumple como Dios manda.

Ahí queda eso.

Total, cumpleaños. Estoy a 12 días exactamente de cumplir 28.

Amigos, ya no somos niños.

Siempre intento hacer memoria cuando llega el gran día, de lo que ha ocurrido en mi vida en los últimos 12 meses. De cómo he evolucionado. De lo que he aprendido. Y últimamente también, he de confesar, de echarle un ojo a mi lista de cosas-que-hacer-antes-de-los-30, a ver cómo va.

Y me congratula anunciar, que va requetebién. Quizá he metido el turbo, pero qué queréis que os diga, sólo se vive una vez. Y ha estado tiempo estancada.

Quizá, por todo ello, he decidido hacerme a mí misma regalos varios en tan merecida ocasión.

Uno de ellos será una escapada de chicas el próximo fin de semana a Bruselas. Una ciudad, que como siempre ocurre en la pequeña pero extraordinariamente bien comunicada Düsseldorf, está a 2 hora y media de tren y a 50 euros ida y vuelta. Aprox. Una de las cunas del europeísmo que tanto me gusta. Y un lugar donde comer mejillones y chocolate. Y nuestro alojamiento en el maravilloso Stanhope Hotel, objeto de una ganga de las que hacen historia. Sin olvidar el colmo de los colmos para alguien como yo: Amadeus, un restaurante biblioteca, o una biblioteca hecha restaurante- a quién le importa- donde nuestra guía particular ha prometido llevarnos. Y lo que mola tener una amiga que ha trabajado en la Comisión Europea ¿Qué? No sé si se me permite decirlo. Pero la euforia me lleva a casi casi entender el significado de la expresión “Jet Internacional”.

Disculpad el momento odioso del día.

Pero qué demonios. De nuevo, Oh yeah.

Después de esta escapada, mi cumpleaños discurrirá entre tapas night con nuestra mini familia casi düsseldorfer. Tortilla de patata y rosquillas de anís (o sambuca, porque la verdad, no sé de dónde pretendo sacar anís por estos lares), todo home made y traído por servidora con mucha ilusión a la oficina. Un avión. 2 horas y media, qué raro. Una reserva con meses de antelación. Velas y….¡Regalitos! Y al día siguiente una esperadísima reunión de amigas, de esas que salen en las pelis. De las que nos hacen creernos en NY (Sí, sí. A todas. No mintáis.) De las que tanta falta hacen. De esas que recuerdas.

Y de repente, cuando menos me lo espere, será diciembre. 6 meses aquí. Y un nuevo año por delante.

Hoy he aprendido un verbo nuevo en alemán. Uno que retrata con absoluta perfección mi estado de ánimo en lo que se refiere a los cambios que he vivido en los últimos 12 meses.

Ausflippen.

Podría decir que significa “delirar”.

Pero ya puestos, amigos…

Prefiero“flipar”.

Schönes wochenende!

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