martes, 1 de julio de 2014

Late, Verano


Latente. Bajo la piel. Entre los dedos de los pies. Por el rabillo del ojo. En el café por la mañana. En las sombras del jardín. En los precios de los vuelos. En las fotos de Instagram.

Late por dentro, y trae mariposas. De esas que recordamos de otros tiempos, de otra vida. En el estómago, mientras contamos las semanas, los días, las horas.
 
Descarga adrenalina por ráfagas que nos hacen removernos en la silla del despacho, y mirar por la ventana. Nos trae recuerdos de noches de terrazas, de claras con limón en la Latina, de amaneceres que alucinas, y caídas de sol perfectas. De mañanas de rastro, de besos entre olas, de findes en Málaga, de premio al mejor boquerón, de ferias en el Pimpi, y de volar sobre el asfalto, tú, tu moto y yo. Una ciudad desierta, que arde.

Es un tornado, que  empieza leve en Junio. Cuando aún hay tiempo. Cuando toca esperar. Mueve nuestros cimientos, y nos va transportando a su dulce locura, sin que nos demos cuenta. Relaja los sentidos; los anhelos, los dispara; despierta los deseos y la sed. Los planes se imponen, aunque sigamos trabajando, aunque se limiten a escapadas cortas, intensas.

Por sentir el sol en la piel, el aroma a sal, y el sonido de las gaviotas al despertar, lo que sea.

En Düsseldorf, exactamente un año después de haber llegado, late tímido el estío, se hace desear, juega con nosotros, y travieso, nos marea. Los cielos se intuyen más allá de las nubes, pero no acaban de brillar.

Las reservas low cost caen como moscas. Rebajas y viajes. La paga extra, dilapidada. Y la mente vuela mucho más allá de las fronteras. Hacia eso que cada uno entiende como “verano”.

Verano.

Unos días malagueños. Sabor a hogar y a mediterráneo. Productos de la huerta directos al plato. Albariño en la nevera. Charlas madre-hija en la cocina. Yo preparo la ensalada. Bien de limón. Pasando de la digestión, y directa a la piscina. Libro en el regazo. Siesta de 3 horas. Gazpacho para merendar. Una cena bajo las estrellas. Una lágrima al marchar.

Decepción en el mundial. Pero qué buena la canción. Se acabaron las medias como premisa absoluta. “ Que yo en junio no me calzo media ninguna, leche” (alargando tiempos, amiga P) Acumular abrigos apretujados en una maleta, y esconderla cuanto más, mejor.

Leer y releer sobre las terrazas de moda. Sobre los mejores rincones, lugares a los que escapar. Esperar actualizaciones que no llegan. Verano en las biblias bloggeras. Manual  de un buen vividor. MyLitlle pleaschhures. Traveler. Vogue living.

Un viernes en Palma, lubina a la sal frente al puerto, y acabar con las reservas de Gin Tonic de la isla. Ver amanecer. Dormirnos en el desayuno. Correr a cámara lenta, estilo baywatch. Y grabarlo en video. Calas de ensueño. Sentir la vida. La brisa en la cara. Y que el sol no se ponga. Zampar ensaimada en el avión como si no hubiera un mañana. Jet Lag meteorológico al poner pie a tierra. Y conservar la canción del verano en la cabeza toda la semana, mientras el bronceado se asienta, o se escapa, depende. Mientras volvemos a contar.

Contar. Planear. Escapar. Volar.

Hasta que vuelvan las visitas. Y el sol con ellas. Y Canoe Club sea el lugar en el que estar. Y alquilemos bici para acercarnos a Kaiserswert. Y pasar el día en su Bier Garten. Y regresar en barco. Con barra libre. Y que un sábado en Unterbacher See deje de ser una aventura de “¿Diluviará o no? Hagan sus apuestas”. Y que las clases intensivo-mortales en el Goethe Institut hagan pausa estival. Y que, de repente, las tardes sean libres.  Y que al otro lado del Rin levanten la feria Größte Kirmes am Rhein el 11 de julio. Y las carreras de caballos que me perdí el año pasado. Y que Ratinger vuelva a ser una calle conocida. Los miércoles a las 19h. Y rememorar los principios. Cuando éramos tan nuevos. Cuando la vida era una fiesta.

Y de repente Ibiza. Proactivamente. Más mayores. Pero no más sabios. Ni menos locos. Soñar con atardeceres frente al mar. Con chill out hasta en la sopa. Con tu modo de bailar. Con el garito más chungo de la isla. El nuestro. Con aquella vez, hace ya 3 años. Con un barco a Formentera. Con perdernos. Un poco.

Y esperar el final de Julio como agua de Mayo. Y esos días en Madrid. Con cafés con vosotras. De los que se convierten en vinos. Y éstos en cenas. Y éstos en noches de Loquillo y Alaska. Y copas de balón. Por favor. Esos días en los que arreglamos el mundo en un suspiro. Con un par de risas, o un par de lágrimas. Piscina en la azotea. La ciudad vacía. Por no quedarme out, 100 planes en la agenda. Y entradas para Leiva.

Y visita relámpago a Niza. Porque no se abandona a una amiga que acaba de mudarse al extranjero. Por los cantos rodados y las sombrillas a rayas, a juego con las hamacas. Por la Promenade des Anglais y el mercado de las flores. Por el queso. Y el vino. Porque algo teníamos que hacer para celebrar agosto. Y porque Francia mola. Siempre.

Y regresar a Málaga en feria. Y que "P" se plantee seriamente volver. Y que la razón no sea el Cartojal. Sino el arroz con bogavante de mi madre. Ni oir hablar de dieta detox. Pero la piel ya dorada, y brillo en la mirada. Barbacoas de noche. Fiestas de día. Y quizá recuperar el ukelele. Pendientes grandes, flores en el pelo. Dolce vita en cada instante.

Y por fin, como Dios manda. Vivir entre olivares y encontrarnos con piratas y corsarios. Al este. En Corfú. Contigo. Andar descalzos. Bucear hasta la noche. Huir. Ser viajeros, no turistas. Que te quedes mudo y me dejes a mi lo de la comunicación con los foráneos. Delicias para el paladar. El mar y el cielo. Respirar. Y que el amor lo envuelva todo. De una maldita vez.

Y, claro, un par de bodas para terminar.

Así ha sido ideado. Y por Dios que así será.

Un año después, y aún sin poder creerlo, vuelve esta extraña época. Revolución para los sentidos, bálsamo para el alma.

Dejad que venga, que nos envuelva de nuevo. Que se cuele entre las rendijas del recuerdo, de la rutina, del trabajo. Abrazad por un tiempo el laissez faire, laissez passer. Relajad el ingenio y de paso el ceño.

Porque por un tiempo, corto, limitado, con fecha de cierre, sólo serán el sol, el mar, la arena, las cervezas, los tirantes, los viajes, los besos, la marca del bikini, las olas, las terrazas, el esparto, las estrellas, la música, las pulseras de colores y la tobillera de cada año, las gaviotas, la piscina, los cafés con hielo, los recogidos en la coronilla, las cigarras cantando, el tú me das cremita, los espetos de sardinas y las Rayban sobre el pelo. Entre otros.

Vale. Y el Reggaeton.

Porque amigos, viene la magia, y arde el asfalto.

Late, Verano.

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