Lo que sé.
Bueno. Ya
está. Lo he hecho. Ayer, por circuntancias horarias que no vienen al caso, cogí
el tranvía yo sola para venir a la oficina. Sin preguntar. Sin errores. Yo
solita. Ya estoy preparada para para la vida moderna. ¿O quizá antes de cantar victoria
debería probar a regresar una tarde en las mismas circunstancias? Oh no…
Esta semana
ha sido además de lo más educativa. Para empezar, quizá no lo he comentado pero
esta empresa en la que me hallo impone un código de vestimenta formal y, al
menos en lo que a mi respecta, estricto. ¿Qué significa eso? Tacones, queridos.
¿Y qué hay en la puntita de todo tacón que se precie? Una tapa. Recordemos uno
de los primeros posts en los que hablaba de cómo a todo correr, siguiendo los
sabios consejos de mamá, me había gastado un dineral en poner tapas a todos los
salones que pudieran tener pinta de working style, antes de mudarme. Bien. Han
muerto. Todos menos unos. Los marrones. Comprenderéis sin duda que no puedo
vestir de negro con salones marrones. Eso me ha llevado a investigar dónde arreglan
los zapatos los alemanes. Der schnelle Jo, un zapatero que además de por lo
curioso del nombre (“El Rápido Jo”, concepto que hemos adoptado sin dudarlo
para uno de los componentes de nuestro grupo), resultaría muy práctico al estar
cerca de casa…Si no fuera por que cierra en Agosto. Plan B. Desde el tranvía que
nos trae a la oficina nos ha parecido reparar en un zapatero. ¿Dónde? Es un
misterio. Sólo aparece cuando no es necesario. Me confieso incapaz de encontrarlo.
Plan C. No hay. Ya me encontraba planificando mi maleta llena de zapatos de
vuelta a España en Septiembre, cuando llegó la luz. Los arreglan en la empresa.
Si señor. 100% eficacia alemana. Si venís en tacones a la ofi, os arreglamos
los tacones en la ofi. Ya tengo tarea para el lunes.
Otra
cuestión típicamente alemana que me trajo de cabeza, ya desde antes de llegar,
es el asunto del reciclaje. Es de sobra conocida la afición de los alemanes por
esta práctica. Bien, llamémoslo responsabilidad. Pues ha sido motivo de estrés
para mi desde el principio. He de confesar que en mi vida me he tomado el
reciclaje muy en serio. Siempre he sido más del “ Los políticos deberían
organizarlo de otra manera. Para eso están.” (¿Comodona? Sin duda.) Asi que,
lógicamente al mudarme aquí, abrí mi mente a más no poder, por aquello de
integrarme, no herir sensibilidades ajenas y demás.
Así que ahora tengo dos
cubitos de basura en casa. Intento comprender por todos los medios por qué en
el edificio hay dos zonas distintas con contenedores, y sobre todo, qué demonios
va en cada contenedor. Total que tras horas de estudio y profundo análisis
pormenorizado de estas cuestiones, aún me/nos quedaba una duda fundamental.
Dónde se tiran las botellas de cristal. Porque en casa no hay lugar al efecto.
Algo había oído acerca de unas máquinas en los supermercados que te pagan por
las botellas que entregas. Imaginad cuántas botellas se nos han ido acumulando
durante un mes. Vergonzoso. Así que allí fuimos el martes. Con dos bolsas por
cabeza. En busca primero de las máquinas. Máquinas que no aceptaron todas las
botellas. Así que allá que salimos del super, 3 euros en el bolsillo, sonrisa
en la cara, rojos como tomates, con las bolsas restantes en busca de
contenedores de cristal. Y los encontramos.
Conclusiones finales. Separar
botellas del resto de la basura. No acumular botellas. Tener claro qué botellas
aceptan en las máquinas. Las no aceptadas deben ir en bolsas separadas al
contenedor. Y último y fundamental. Coger el día libre en el trabajo para
llevar a cabo todas estas gestiones. Alemanes…
Lo que
intuyo.
Intuyo con
total honestidad, que mi casero es un caradura. O simplemente un imbécil. Uno
de tantos, al fin y al cabo. Pero no imaginaba encontrarme uno de estos en
Alemania. Teóricamente, lectores míos, (una vez más) deberíamos tener instalada
la conexión a internet este fin de semana, por supuesto como efecto directo a
un email tipo Pitbull por mi parte de esos que una sabe al enviarlos… Que
algún efecto van a tener (Gracias ex empresa por enseñarme las técnicas más
depuradas de cómo mostrar la auténtica, profunda y recalcitrante mala hostia
española. Sabía yo que de algo me serviría) Veremos si por una vez veo el compromiso
cumplido o si no ha sido más que otra de vaqueros.
Hablando
precisamente de intuiciones y pensamientos diversos, un muy buen amigo (uno de
esos que leen el blog de manera obsesiva) me decía hace muy poco “Es increíble lo muchísimo
que piensas en tus sentimientos. Increible.” Y la verdad es que tenía razón.
Natürlich. ¿Cómo si no iba a decidirme a escribir un blog acerca de mi
experiencia en Düs? Resultaría imposible. Pero por otro lado, si me paro a
pensarlo (Cómo no), llevo desde los 14 años dándole vueltas a lo que acontece
en los rincones más oscuros de mi corazón, y eso no puede ser bueno… ¿Verdad?
Especialemente porque, es de sobra sabido, cuando pasas demasiado tiempo
enfocada en un único sentimiento, en un principio leve y carente de
importancia, éste acaba adquiriendo proporciones casi bíblicas. Pierdes toda visión
global. Toda perspectiva. Acabas creyendo lo que no es. Pensando que sientes lo
que no sientes. Y haciendo, finalmente, de un minúsculo grano de arena, como
mínimo, la montaña a la que iba Mahoma (¿O era al revés?) Lección de esta
semana, queridos lectores. Ojito con pensar demasiado, y darle excesivas
vueltas a los sentimientos. Muy, pero que muy peligroso.
No
obstante, siguiendo con las intuiciones,
como no podía ser menos, los planes para hoy están más que establecidos y
organizados (¿Quizá a veces parece que sólo hay vida los fines de semana?).
Tenemos el primer cumpleaños (pre-cumple en realidad) de uno de los nuestros,
uno que por cierto, abandona el fuerte durante la semana que viene, como avanzadilla
de las vacaciones. Por tanto un festejo como Dios manda se impone con todo el
peso de la ley. Porque es el primero. Y porque le echaremos de menos. (Chetto,
chetto) Intuyo que será de las que recordaremos hasta el fin de los tiempos…
Finalmente,
las intuiciones me llevan de cabeza al lunes, porque este fin de semana, sólo puedo
desear que transcurra veloz como el viento y que los días vuelen sin darme
cuenta entre preparativos de todo tipo (especialmente culinarios). Porque este
lunes, por fin. Por fin. Por fin. Llega mi primera visita. Una que intuyo, me
va a convertir en la mujer más feliz del mundo durante dos semanas. Que me va a hacer
recorrer los mil rincones de esta ciudad, explorando, descubirendo cada secreto,
cada dirección oculta o no a las miradas de los transeúntes (de lo que os
hablaré el lunes por cierto). Que aportará tantas cosas a mi corazón inquieto
que ni siquiera soy capaz de expresarlas. Una visita que llevo esperando
exactamente 1 mes y 12 días. Una que, creo, cambiará profundamente mi visión de
la vida aquí. Y dará una nueva vuelta de tuerca a lo que entiendo por
Düsseldorf. Intuyo que el romanticismo me espera a la vuelta de la esquina.
Lo que ignoro.
Así que pasa
el tiempo. Nuestra pequeña colonia de
Volksgartenstraße va evolucionando. Nuestras relaciones. Nuestros trabajos.
Nosotros. Intento plasmar a golpe de teclado cómo respiramos por aquí. Pero a
pesar de mis esfuerzos por describir con exactitud cada etapa nueva, es
imposible. Somos 7 y cada uno de su padre y de su madre. No sé qué pasa por la
mente de la mayoría. Algunos son más abiertos. Otros cerrados a cal y canto. Algunos
más sociables. Otros más tímidos. Unos más afines. Otros más opuestos. Chicos y
chicas. Con más o menos caracter. Con diferentes modos de ver la vida.
Diferentes ambiciones. Diferentes sueños. Diferentes aspiraciones de futuro.
En un
primer momento todo era similar, pero al cabo de un mes ya están ahí las
diferencias. Las sientes. Las palpas. ¿Cómo saber el modo en que se
desarrollarán las cosas? ¿Cómo saber cómo nos sentiremos en 1, 2, 3,.. 17 meses?
No podemos. Vivimos casi al día y eso para algunas personas, como para mí, es
desquiciante. Lo del Carpe Diem nunca ha sido para mi. La manía de analizar cada sentimiento, de ponerlo encima de la
mesa, de darle la vuelta y verlo del revés. Otra vez ahí.
O quizá la impaciencia de no saber qué será lo
próximo. Sé sin duda alguna que es más fuerte lo que nos une que lo que nos
separa. Pero si sólo pudiera pasar rápidamente las páginas del libro hasta el
final…Y tan sólo echar una rápida ojeada a la última página… 100% tentador. 100% erróneo. (cómo tantas
otras cosas). Por que al fin y al cabo…
Sin intriga
no hay historia…
¿No?
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