viernes, 26 de julio de 2013

2.117 und…

Quién me conozca sabe de la predilección que siento por los números 2 y 7.
 
Nací un soleado 27 de noviembre. Mi número de teléfono está plagado de 7. Número 2 era la casa dónde crecí. Recuerdo mis 17 años como algo excepcional. Hago las cosas de 2 en 2 o no hago ninguna.  Mi despacho se encuentra en el piso 17. En mi último cumpleaños, un día 27 cumplí 27 años, año, por otro lado, que (siempre recordaré) cambió mi vida. Asi que del mismo modo en que cada día me levanto por pura superstición con el pie derecho, cuando aparecen el 2 y el 7, vete a saber por qué, tiendo a pensar que la cosa va a ir bien.
 
Por eso, cuando ayer por la mañana tuve mi primer contacto con los tribunales alemanes, en una sala que llevaba por nombre “2.117”, inmediatamente tuve la sensación de que sería una experiencia inolvidable. Edificio nuevo y moderno, con la última tecnología en lo que se refiere a plannings de pleitos por sala. Se alza el telón y empieza la escena. Togas, trajes negros, corbatas blancas para los magistrados, y expedientes que abultan más de lo que yo podría cargar entre mis brazos. 2 partes. Demandante a la derecha. Demandado a la izquierda. Indemnización por clientela (flashback a mis días de bufete). Ambiente clásico pero carente del toque rancio y apolillado al que me acostumbraron en la facultad de derecho. Me llega, no obstante, un leve aroma a naftalina. Hablan los letrados. Alguno es simplemente un muermo. Otros sin embargo, se transforman. Incluso sin entender del todo el idioma, se percibe sin dificultad. Un animal de los tribunales. Calmado. Bajo control. Mirada fija en el adversario. Firme, pero sin acritud. Observación, análisis y estrategia. Movimiento lento de manos, y despliegue de toda su oratoria, que yo pagaría por entender al 100%. As en la manga y K.O al contrincante. Al salir de la sala, volverá a ser el chico tímido, un tanto encorvado y de ojos saltones que probablemente no se ha acercado en su vida a hablar con una chica. Pero en ese instante, el tribunal es todo suyo.  Abogacía en estado puro. Y es en estos momentos mágicos, cuando una siente la profesión como una verdadera vocación.

Pero en fin. Las pasiones humanas son inexcrutables, y aún me quedan asuntos en el tintero.

El martes tuvimos la famosa entrevista con el medio de comunicación que comentaba hace unos días. A lo tonto empezamos a convertirnos en expertos en la materia, y el photoshooting de rigor nos salió de escándalo. Pose a la derecha. Pose a la izquierda. La mano sobre el compañero. Mirada al frente. No tanta sonrisa por favor. Eso es. Interesantes y seguros. 3, 2, 1. Click. Estallido de carcajadas. No puedo esperar a comprar los 300 ejemplares mínimos a repartir por media España.

En cuanto al fin de semana que hoy comienza, por desgracia nuestros planes veraniegos se han ido al traste, junto con nuestras ilusiones de sol, moreneo y sombrilla. Hay alrededor de Düs numerosos lagos o sucedáneos donde es posible bañarse y disfrutar de un día de “playa”, pero lamentablemente, el tiempo ha decidido volverse loco esta semana, y las tormentas  estivales vienen y van como les place, sin dar tregua al ánimo ni al verano. De modo que nos conformaremos con un poco de festejo esta noche, esta vez en una discoteca de verdad, alejándonos de nuestros ya clásicos bares por el Alstadt, previa cena internacional por supuesto, en la que repetiré con la tortilla de patata que, me parece a mi, empiezo a dominar. (Suerte que mi público no tiene con qué comparar…) Asi que esta noche iremos por Königsalle, lo que sería el Barrio Salamanca de Düs, nos mezclaremos con lo más posh de lo posh y temblaremos, intuyo, ante los precios de las copas. Además, mañana por primera vez organizaremos una noche de chicas, de esas que tanto echo de menos. De las que hacíamos en Madrid. De las que recuerdo como si hubieran sido ayer. De esas que a veces necesitábamos tanto. (¿Verdad?) Pues de esas.

Por lo demás, es curioso, pero empieza a notarse el ambiente al ralentí. Como si hubiera pasado el primer momento de euforia. Poco a poco nos acostumbramos a nuestra vida aquí. La normalizamos, o al menos lo intentamos. Nuestros horarios se dispersan un poco. Nosotros mismos nos dispersamos algo, quizá porque tenemos asuntos que tratar. Quizá porque llueve. Quizá porque necesitamos estar solos al menos un rato. No lo sé, pero el miércoles de repente empezó a diluviar y tuve un extraño momento Tchaikovsky/Literatura clásica/ Ventana abierta para sentir el aroma a tierra húmeda. (Anécdota que le va a hacer muchísima gracia a un par de amigas, una en EEUU y otra en la capi) Ciertamente tengo un lado romántico/tuberculoso bastante pronunciado, y la educación con tintes afrancesados hace mella en mi a menudo, pero si el spleen se instala en nosotros con un pelín de lluvia no quiero pensar como será el otoño por estos lares. ME NIEGO. No señor. Haya o no haya lluvia…
Endlich Wochenende!

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