lunes, 22 de julio de 2013

Perspectiva

34 grados centígrados. Cielo despejado sobre la sofocante y dorada España. Madrid.

Ante el vértigo del reencuentro con una antigua vida, el primer signo reconfortante que me hace sonreir es percatarme de que, tras 8 horas de oficina, 2 horas y media de avión, y lo que parece una eternidad sobre unos salones de tacón, me dirijo como por arte de magia a todo correr hacia la cinta de equipajes, y salgo casi volando hacia la salida. La sensación es aplastante. Arrolladora. Y cuanto necesitaba.

Y esto es todo cuanto contaré a mis curiosos lectores sobre este fin de semana M-A-R-A-V-I-L-L-O-S-O, que ha transcurrido fundamentalmente entre cajas de mudanza, paseos por Goya, piscina, horchata fresquita, tapeos en Diego de León, cenas en jardines escondidos y mil besos.

De Nuevo Düsseldorf y su intensidad. Su ajetreo. La vida no espera y hoy, previo descanso nocturno de unas 5 horas, a las 8:30 ya estaba en clase de alemán, con mis compañeros de aventuras, haciendo bromas, y relatándonos los unos a los otros los pormenores del fin de semana. Que si han encontrado un bar cubano por el Alstadt donde ponen reggaeton. Que si he traído jamón . Del bueno. Ibérico. Que si el de Parma también mola. Que no tienen ni idea. Que por lo visto hay un brunch los domingos en modo buffet libre por solo 7,50€, a 15-20 minutos de casa. Que si esta tarde las niñas hacemos nueva incursión en la zona de tiendas. Que  si se esperan tormentas a partir del miércoles.  Que si el casero sigue desaparecido en combate. Que si esta noche nos marcamos una cena gourmet con las delicatessen italo-españolas, por cortesía de las que hemos viajado este fin de semana.

Y ellos hablan italiano. Y nosotros español. Nos comunicamos en inglés. Mezclamos. Escuchamos. Empezamos a entender. Chapurreamos algo parecido al alemán con camareros y dependientes. Agudizamos el oído con compañeros de trabajo e intentamos integrarnos en las subidas y bajadas de ascensor a golpe de “Tschüss!” Erramos. Estudiamos. Aprendemos. “Guten Morgen” cada día. “How was your day?” por la tarde. “Andiamo a casa” o “¿Cerve?” con gesto acompasando. Comida semanal con los escasos francoparlantes de la oficina. “Jusqu´à la semaine prochaine!” Whatsapp con las niñas de siempre: “Qué muerto está el grupo hoy, ¿no?”. “Te echo de menos…” por Skype. Por Viber, “Hija, si hace frío tú te abrigas. Que te abrigues. ¿Me oyes? ¡Que te abriiiiigueeeeeeeeeessssssss! ¡Que no te  oigo! ¿Sigues sin internet?” Móvil 1. Ahora móvil 2.  “A quién madruga Dios le ayuda” resuena en mi cabeza diariamente, cuando a las 6:00 no queda rastro de oscuridad en un, aún impersonal, dormitorio. Vuelta a empezar con el derecho alemán. “Entschuldigung, ¿Traducción en inglés?“,“Lo siento, no hay.““Damn it!“(otra vez).
Esta es mi vida ahora. Un batiburrillo incoherente y confuso, aunque no por ello menos entrañable que ha despertado en mi, y me consta que en la mayoría de mis compañeros, todas las emociones imaginables desde hace ya más de 3 semanas. Cada día algo nuevo. Algo por aprender. Y algo que contar. Así transcurre y transcurrirá la vida en los próximos meses, y así dejaré que vayan pasando todas y cada una de las páginas de esta historia. Preguntándome siempre que ocurrirá en el siguiente capítulo.
Pero hoy sé que Madrid está a un tiro de piedra de mi. Que allí todo sigue igual. Vivo. Real.

Próximamente más y mejor. Porque la aventura, queridos, no ha hecho más que empezar…

 

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