domingo, 7 de julio de 2013

Semana 1.0

Todo el mundo sabe que el primer empujón es el más difícil. Cuando estudiábamos, era el primer día en frente de la montañita de apuntes. Cuando nos íbamos de campamento, el primer momento a solas en un lugar extraño. Cuando empezamos a trabajar,  resultó que el primer día éramos como niños de 5 años. Y si alguno de vosotros ha aprendido un idioma nuevo recientemente, sin duda recordará  el ruido ensordecedor de las palabras oídas por primera vez, y cuyo significado aún se ignora por completo.
Bien, mudarme a Düsseldorf implica, como mínimo, esas 3 experiencias juntas. Es todo a la vez, un cúmulo de mil emociones y experiencias que apenas consigo asimilar mientras lucho por no perder el hilo. Es la experiencia internacional con mayúsculas, es el preámbulo de una etapa de aprendizaje extremadamente intensa, y es una prueba de coraje como pocas. 
Total, que por no irme por las ramas, he de decir que las dificultades con la alta tecnología han sido constantes desde que llegué a estas tierras. De ahí que quiera advertir a cualquiera que haya intentado ponerse en contacto conmigo por whatsapp, que ESTOY VIVA, y que las razones por las que no contesto son ajenas a mi voluntad. Mi querido Iphone, el móvil que todo lo puede, con el que te sientes súper mega guay, decidió que el día de mi partida era el momento para que el wifi dejara de funcionar. Entre eso, y que el wifi "común" a todo el edificio en el habito debe ser del año de Maricastaña...Pues a veces el Skype también me falla. Así que es como volver a los 90. Me faltan la camisa de cuadros y los vaqueros rotos. Al menos por el momento, pero garantizo desde aquí que en breve solucionaré este exasperante problema de comunicación.
Más allá de eso, y tras esta primera semana tan lejos de mi "zona de confort", tengo ya algunas primeras conclusiones.
Que los alemanes hablan inglés como nadie es un MITO. Repito, MIIIIITO! Quizá sea porque la empresa en la que trabajo es estructural y profundamente alemana, pero lo cierto es que no esperaba tener que afinar tanto el oído de primeras. En cualquier caso, hasta donde he podido comprobar, son las personas más amables del mundo, y todo aquel que me he encontrado me ha dado la bienvenida. Por otro lado, en cuanto a la puntualidad estricta, y a esa seriedad que desde España imaginamos, en mi modesta opinión lo que ocurre es que aquí saben separar de manera radical el ámbito laboral del personal. Eso significa que si trabajan, trabajan. Pero no con esa (y disculpad la expresión) mala hostia española que cala hasta los huesos en las larguisisisisisimas jornadas laborales que todo empleado tiene actualmente (y ojo si no la tiene, porque pondrá un pie en la calle a la menor). No, me refiero a que trabajan concentrados, respetan los horarios, de entrada y de salida, mucho más que en la madre patria, y dan importancia, creo, al equilibrio entre lo laboral y lo personal.
Más cositas... Creo que desde que he llegado no he sido capaz de terminar ni un sólo plato, dado lo descomunal de su tamaño. Conozco a un chico, y qué decir de su familia al completo, que aquí sería muy pero que muy feliz... Pero el comedor de la empresa tiene una gran variedad, y la verdad sea dicha, no me puedo quejar. Ni por eso ni por nada. Es simplemente increíble lo bien que está todo. No sé como expresar mi sorpresa, y sé que no me he equivocado al tomar esta decisión, a pesar de lo difícil en mil sentidos.
Creo que como primera aproximación a Dus, ya es suficiente. Os diré únicamente que la ciudad conocida como la barra más grande del país?de Europa? del mundo? (No me queda claro aún) realmente hace honor a su nombre, y que el "¿Aquí dónde se sale?" español ya ha dado sus frutos y empiezo a acumular información nocturna, lo que no deja de ser curioso cuando aún no sé cómo demonios llegar sola a la oficina, y mucho menos volver a casa.
Sin más me despido, desde mi idílico jardín en el que un gato, rubito y gordito como nunca he visto, ha decidido que seamos amigos para siempre.

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