lunes, 23 de septiembre de 2013

Elecciones

Por consejo clarividente de una amiga, titulo este post como antecede, y aun a riesgo de provocar más de un bostezo, procedo a embarcarme en una reflexión de carácter socio-político.

Ayer, día 22.09.2013, Frau Merkel vencía con un 41,5% en las elecciones alemanas. Las primeras desde la crisis del euro, tal y como se empeña en recordarme cada medio minuto mi amiga, la CNN. Y es un buen tema de conversación el asunto de las elecciones, ¿Verdad? En España, desde luego, sería la comidilla del pueblo. Porque nos gusta más un corrillo de marujas que a un tonto un lápiz. Aquí, sin embargo, es curioso cuán discretos me han parecido los alemanes con respecto a su elección de gobierno. El otro día, sin ir más lejos, a un compañero italiano, 3 Altbier de por medio ciertamente, se le ocurría, ante los estupefactos germanos que nos acompañaban, preguntar a quién pensaban votar y si “la Merkel” se quedaría con nosotros una temporada más.  
Nota mental. Aquí el voto es secreto de verdad.
Hoy sin embargo, en la oficina, he tenido la oportunidad de charlar con mi mentora un rato acerca de los resultados, y he captado de nuevo esa diferencia de sentimiento acerca de la política en general, y en fin, de los asuntos de estado, que percibí ya hace un tiempo entre este país y el mío.  Cuán diferentes son las preocupaciones que atenazan a los votantes en uno y otro estado. Y cuán diferentes resultan los votantes en sí mismos. En España, vayas donde vayas- pongamos que a cualquiera de los 200.000 bares en territorio nacional de los que tanto nos enorgullecemos- si pones mínimamente la oreja, tendrás la oportunidad de escuchar sin duda frases relativas a la corrupción de nuestros políticos, la escandalosa tasa de paro, lo mal que Fulanita se siente en el trabajo porque el jefe la trata como si fuera basura, la úlcera que va a acabar padeciendo Menganito por la cantidad de horas extra que realiza en la oficina por falta de personal o por miedo al despido, las millones de entrevistas que hace ese joven posgraduado sin que haya forma de encontrar un empleo digno, o el enésimo master que otra joven promesa ha decidido cursar a cuenta de los progenitores con los que vive a sus 30 años, “mientras no salga nada mejor”. Todo ello rehogado con un poquito de ¿Has visto “Quién quiere casarse con mi hijo”?, o “Gran Hermano edición 1.000”, o mira que pedazo de Smartphone nuevo tengo o qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte, mira de lo que me he enterado de esta o de la otra.
Así somos. Y así seremos. Y por qué negarlo, en muchas de esas conversaciones también yo he participado, sobre todo cuando me encontraba sumida en el desesperante proceso de encontrar un nuevo empleo.
Aquí todo parece más…Civilizado. Las preocupaciones son otras, mucho más acordes con un país avanzado y en una posición económica envidiable. Si bien es cierto que hay escisiones, como en todos los países (Ah, la condición humana…), aquí relativas a la aún reciente brecha entre las dos Alemanias. La subida de la izquierda sobre todo en la zona este, es motivo de leve preocupación al menos en Düsseldorf, porque dicha fracción según el sentimiento general (insisto, es lo que yo he oído) tiene ideas excesivamente keynesianas y antiliberales, y aquí gusta la libertad, la independencia y la riqueza. ¿Y el paternalismo? En mi modesta opinión sí, ma non troppo. Los alemanes quieren seguridad y estabilidad, pero en general, también creen en la ideología de Adam Smith y en que cada uno se saque sus castañas del fuego y se gane el derecho a tener más o menos.
Quizás me extralimito en mis conclusiones y desde luego no pretendo herir sensibilidades. Esta es sin duda una visión superficial y sesgada de un país entero. Pero es la sensación que, aquí en Düsseldorf, yo tengo. Y así os la transmito.
Los altos impuestos, si habrá suficientes pensiones para todos (porque la población envejece por momentos en tierras germanas por lo visto), o qué tipo de programa han de aportar a los ruinosos países sureños  para que salgan a flote (no me des pescado, dame una caña y enséñame a pescar) quedarán momentáneamente  en segundo plano, hasta que se decida qué tipo de coalición se llevará a cabo en el gobierno. Y no es un asunto fácil, al quedar fuera de juego el lógico aliado (por ideología y programa). Se han iniciado conversaciones en este sentido, según todos los medios. Veremos que ocurre.
Y como de elecciones va la cosa, permitidme que os cuente las mías durante este fin de semana.
Tranquilidad. Tranquilidad y vida normal han sido mis dos máximas estos últimos días, que he tenido la suerte de compartir con cierto caballero español, que ponía por segunda vez los pies en estas tierras.
El viernes cena casera, un Pinot Grigio helado y mucha, mucha conversación. Por cierto a colación del vino, me gustaría saber, si en el súper puedo comprar aceite de oliva virgen extra a menos de 3 euros, y vino blanco por el mismo precio…Todo procedente de Italia… Dónde demonios están los productos españoles, y por qué narices no estamos exportando como posesos a Alemania. No soy una experta en análisis de mercados, pero no hace falta ser muy listo para saber lo que les gusta a los germanos la comida mediterránea. Así que señores… ¿Qué estamos haciendo?
Sigamos con el finde.
El sábado, salí correr por Volksgarten con mi compañero “findesemanero”, y disfrutamos del aire libre, la vegetación que sólo se encuentra en los países nórdicos, y los cisnes que rondan los riachuelos y lagos que aparecen aquí y allá. Y además de marcarnos una paella en el jardín, una vez que el tiempo al fin nos ha dado tregua, recibí un regalo muy especial. Uno que me hizo la persona más feliz del mundo. Uno que me trasladó momentáneamente a los tiempos sin internet en el colegio mayor. Cuando nos llamaban a través de un artefacto que nunca antes, y nunca después volví a ver en ningún otro lugar, denominado “la chicharra”. Uno que seguramente nadie entienda. ¿Su nombre? DVD. Así es. Y de repente tengo por delante tantas horas de series, películas, y la hora de José Mota (algo que a alguien le pareció la idea del siglo traerme desde Madrid) que la vida parece simplemente otra. No intentéis entenderlo. Pero la vida sin internet es muy dura amigos.
El sábado por la noche cené en un lugar que recomiendo desde ya a todo el que se traslade o visite esta ciudad. TheBronx Bar. Bastante cerca de casa en realidad. Y sobre todo, la mejor hamburguesa que he probado en mucho tiempo. Trüffle cheese Bööörger acompañada de  una botella de Merlot francés, con posterior Gin Tonic. De morir. Un lugar pequeño y ruidoso, con una decoración ideal, y un ambiente delicioso que bien podría darse en mi añorada Madrid. Quedé encantada. Y volveré.
Y el domingo se acabó. Un café con leche (Que acabo de descubrir 3 meses después de llegar, que es posible pedirlo y que te lo den) en el Bistro Drei Raum (Que todos conocemos ya) y al aeropuerto.
Y se fue. Y atrás quedó este fin de semana tan…Normal. Tan como los de antes. ¿Y ante mí? La temida, inevitable y más absoluta ausencia. C´est la vie. (Pero ojo. Con DVD)
Hoy es lunes en cualquier caso, y tras la limpieza general de las últimas horas del domingo, mi casa, que no la nevera (por el momento) está lista y presta a recibir a su próximo huésped. Llegará esta noche. “Düsseldorf, la gran aventura” será el título de su viaje. Y yo esperaré impaciente su llegada hasta la 1 de la madrugada.
Mucho me he extendido en este post sobre las elecciones. Pero es un término tan amplio que bien podría ocuparme 10 páginas más. (Así es queridos, antes de publicar, escribo a mano o en Word)
Lo curioso de las elecciones es que por mucho que planees, intuyas, eches mano de estadísticas o humedezcas un dedo para adivinar la dirección del viento…Nunca sabes si escogerás el camino adecuado. Únicamente puedes lanzarte a la piscina, porque las elecciones se imponen en tu vida de un modo u otro.
¿Y después? Cruzar los dedos para que todo vaya bien. Para que el político no te falle. Para haber escogido a la persona correcta. Para haberte decidido por el trabajo adecuado. Para haber tirado por el camino para el que estás destinado.
Porque la verdad es que cuando eliges, eliges. Lo que ocurra después no dependerá tanto de ti como de la suerte o el sino, o la fatalidad según el caso.
No mirar atrás ni para coger impulso. Un buen consejo mil veces oído de la boca de alguien muy sabio.
Porque quieras o no, querido lector, si eliges, te la juegas. Y el que no juega no gana.
Y en fin, por resumir...
Que la suerte está echada.

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